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Actualizado: 4 de junio de 2025


Dispara Pandaro la flecha: Agamenón va de tienda en tienda levantando a los reyes: entonces es la gran pelea en que Diomedes hiere al mismo dios Marte, que sube al cielo con gritos terribles en una nube de trueno, como cuando sopla el viento del sur; entonces es la hermosa entrevista de Héctor y Andrómaca, cuando el niño no quiere abrazar a Héctor porque le tiene miedo al casco de plumas, y luego juega con el casco, mientras Héctor le dice a Andrómaca que cuide de las cosas de la casa, cuando él vuelva a pelear.

A todos sus animales les impuso nombres mitológicos y legendarios: Aquiles, giro; Ulises, colorado; Héctor, gallino; Hércules, negro; Roldán, dorado; Manfredo, cenizo; Carlomagno, negro también; etc., etc. En las otras galleras abundaban los nombres de toreros.

¿Por qué no fomentar aquel pequeño acceso de celos, en vez de disiparlo? ¡Quién sabe si podría obtener de ese modo algún provecho! Después de todo, Héctor Bobart era un pretendiente desdeñado y ... de repente vino á la memoria de Clementina el recuerdo de las cartas que aquél había dirigido á Herminia y vió en aquellas delgadas hojas de papel el medio de prender un incendio.

Alejandro, el Bermúdez nuestro, tuvo tanto de su homónimo, el de Macedonia, como sus hermanos Héctor y Aquiles de los dos famosos héroes de La Iliada; aunque, en honor de la verdad y escrupulizando mucho las cosas, algo vino a sacar, ya que no del insigne conquistador, de su padre, pues llegó a ser tuerto como el gran Filipo.

A Patroclo lo llevaron a la pira en procesión, y cada guerrero se cortó un guedejo de sus cabellos, y lo puso sobre el cadáver; y mataron en sacrificio cuatro caballos de guerra y dos perros; y Aquiles mató con su mano los doce prisioneros y los echó a la pira: y el cadáver de Héctor lo dejaron a un lado, como un perro muerto: y quemaron a Patroclo, enfriaron con vino las cenizas, y las pusieron en una urna de oro.

Grandes guerreros hay entre los griegos: Ulises, que era tan alto que andaba entre los demás hombres como un macho entre el rebaño de carneros; Ajax, con el escudo de ocho capas, siete de cuero y una de bronce; Diomedes, que entra en la pelea resplandeciente, devastando como un león hambriento en un rebaño: pero mientras Aquiles esté ofendido, los vencedores serán los guerreros de Troya: Héctor, el hijo de Príamo; Eneas, el hijo de la diosa Venus; Sarpedón, el más valiente de los reyes que vino a ayudar a Troya, el que subió al cielo en brazos del Sueño y de la Muerte, a que lo besase en la frente su padre Júpiter, cuando lo mató Patroclo de un lanzazo.

RAZONTE. Más humana ¡oh cruel Elena! fuiste antes conmigo; antes no preferías á Héctor. BEATRIZ. ¡Cielos! ¿qué oigo? CARLINO. ¡No dudes ya; éste es Paris, en cuerpo y alma! BEATRIZ. Paris, amante mío, ¿eres verdaderamente? ¡! ¡Ya te reconozco! ¿Por qué me has tenido engañada tanto tiempo? RAZONTE. Para espiarte tranquilo.

Beatriz desea que se celebre el enlace de Angélica y Razonte, pero para lograrlo ha de rescindir antes el contrato de casamiento, que se halla en poder de Don Héctor, negándose á hacerlo. Razonte se desespera y vaga, lamentándose, por lugares solitarios. Ocurre luego una escena de devoción católica, que forma el más extraño contraste con las divertidas que le preceden y subsiguen.

Héctor, hecho una miseria, se quedó en Peleches al cuidado de su padre. El cual, con esta cruz sobre la de sus muchos años, y el martirio, cada día más insufrible, de la prevaricación de su hija, se murió muy pronto. Con esta muerte, como con la de su yedra el muro vacilante, la vida de Héctor, insostenible por sola, se puso a punto de acabarse.

¡Héctor! ¡Era mi padre! exclamó la joven arrojándose a sus rodillas . Ahora comprendo los secretos que me rodeaban. ¡Oh, que Dios sea bendecido! ¡He sufrido, he sufrido mucho; pero la recompensa es más grande que los dolores soportados! Federico seguía junto a la joven, con la sonrisa de felicidad y la admiración en el rostro.

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