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Actualizado: 4 de junio de 2025
Héctor, encanijado y pusilánime, no contó hora de sosiego ni minuto sin quejido. Aquiles, no mucho más esponjado que Héctor, despuntó por místico en cuanto tuvo uso de razón, y emprendió, pocos años después, la carrera eclesiástica.
Y Aquiles se levantó, y con sus brazos alzó del suelo a Príamo; y mandó que bañaran de ungüentos olorosos el cadáver de Héctor, y que lo vistiesen con una de las túnicas del gran tesoro que le traía de regalo Príamo; y por la noche comió carne y bebió vino con Príamo, que se fue a acostar por primera vez, porque tenía los ojos pesados.
Leyó y, á medida que avanzaba en la lectura, su frente se contraía con sombrío descontento. Nada más vulgar que aquella carta, clásica declaración de un oficial de curia á una obrera florista, y firmada "Héctor," sin apellido. Pero no había duda posible; era del hijo de Bobart, del oficial de húsares, del comensal, un poco atrevido, del banquete de boda.
Y una noche, de repente, Aquiles oyó ruido en su tienda, y vio que era Príamo, el padre de Héctor, que había venido sin que lo vieran, con el dios Mercurio, Príamo, el de la cabeza blanca y la barba blanca, Príamo, que se le arrodilló a los pies, y le besó las manos muchas veces, y le pedía llorando el cadáver de Héctor.
Se ha casado, pues, con él, aunque no se oponga á vuestros deseos, proponiéndose que su hija dé su mano á Héctor de Sandrago, por ser para ella el Héctor troyano.» Razonte se aflige sobremanera al oir esta noticia, y resuelve buscar al ermitaño para pedirle consejo. Jornada segunda.
Esta ilusión adquirió en su espíritu agitado una especie de realidad y apartó instintivamente aquella imagen como la de un terrible acusador, y aproximó el retrato a sus ojos, murmurando con voz trémula: ¡Oh mi Héctor, ¡qué severa es tu mirada! No, no dudes de mi valor; cumpliré con la misión que me impusiste en tu lecho de muerte.
Don Héctor desaparece; los amantes, poseedores ya del documento en que Héctor fundaba sus pretensiones, se abrazan mutuamente, y Carlino declara su voluntad de casarse con Mysón.
Ciertamente que no nos volveremos a encontrar mi capa y yo en este mundo perecedero; había salido ya de la casa, había andado largo trecho, y aún volvía la cabeza de rato en rato hacia sus altas paredes, como Héctor al dejar a su Andrómaca, diciendo para mí: allí quedó, allí la dejé, allí la vi por última vez.
Vais a reconocer que el escándalo os sería desfavorable. En fin, ¿qué es lo que tenéis que decirme? dijo la condesa trémula de despecho. Señora, la niña nacida de vuestro matrimonio con el conde de Bruinsteen ya no existe, murió en 10 de febrero de 1816. Mediante una culpable substitución, fué traída a vuestra casa la hija de un oficial de húsares que se llamaba Héctor Hagens.
Luego, poco a poco, olvidó este motivo de discordia y dejó volar su fantasía recordando las manifestaciones del amor que el joven parecía sentir hacia ella. La señora de Blandieres era muy amiga de infancia de la señora Aubry. Huérfana y sin fortuna, se había casado muy joven con Héctor de Blandieres, coronel retirado de caballería.
Palabra del Dia
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