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Actualizado: 10 de junio de 2025
La Inquisición tomó en cuenta la denuncia, y haciendo sus averiguaciones, echó mano á la mujer de los hechizos con la intención de poner coto á sus habilidades. Pero fué lo gracioso que, de tal manera se las arregló la bruja, que dejó por embustera y falsa á la denunciadora, que no pudo por su mal probarle nada de lo que contra ella había denunciado.
Los que estaban furiosos eran los libre-pensadores que comían de carne en una fonda todos los viernes Santos. «¡Aquel don Pompeyo les había desacreditado! »¡Vaya un libre-pensador! »¡Era un gallina! »¡Murió loco! »¡Le dieron hechizos! »¿Qué hechizos? Morfina. »El clero, milagros del clero... »Le convirtieron con opio... »La debilidad hace sola esos milagros... »Sobre todo era un badulaque...».
Isidora encontraba mundos de poesía en aquella reproducción de sí misma. ¡Qué diría la sociedad si pudiera gozar de tal imagen! ¡Cómo la admirarían, y con qué entusiasmo habían de celebrarla las lenguas de la fama! ¡Qué hombros, qué cuello, qué... todo! ¿Y tantos hechizos habían de permanecer en la obscuridad, como las perlas no sacadas del mar? No, ¡absurdo de los absurdos!
Ketty le contó paulatinamente a Elisa, con esa mezcla de pudor y de intrepidez, que es uno de los hechizos de las de su raza, que sentía una tierna inclinación por el marqués, pero que, al mismo tiempo, estaba convencida de que aquél era totalmente indiferente hacia ella, por cuya razón partía desesperadamente.
Adoro vuestros labios, donde el sol de mi tierra ha dejado sus besos de sátiro oriental, porque son el santuario de bellezas que encierra el glorioso prestigio del solar de Rizal. Ojos negros, refugio de hechizos y embelesos, dolientes, langorosos, plenos de soñación como noches sin luna; pero con rojos besos que vierten en el alma perfumes de ilusión.
Aquí el débil no es el confesor, sino la penitente; usted no tiene hechizos colgados del cuello, ni tenemos ídolos que echar al río... yo soy la pecadora, aunque ningún hombre me hizo el mal que aquella mujer al clérigo hechizado; sólo quise a mi marido, y de este ya sabe usted de qué modo estoy enamorada; no con pasión que quite a Dios cosa suya, sino con el suave afecto y los tiernos cuidados que se le deben.
No eres ensueño, realidad eres; No finge el alma hechizos tales, Aunque más bella que las mujeres Suya te llamen los inmortales. En la luz pura de tu mirada Amor enciende sus dardos de oro, y son tus labios urna sellada De sus deleites fuente y tesoro. Ora residas lejos del suelo Ora aparezcas en otra edad, Por los tres mundos en raudo vuelo Irá buscándote mi voluntad.
Homero, que lo sabía o lo adivinaba todo, nos refiere que hallándose Júpiter en el Gárgaro, que es el más alto pico del Ida, Juno fue a verle con el cinturón de Venus oculto, en el cual cinturón están los hechizos todos del amor, que roban la prudencia a los varones más circunspectos y razonables.
Y tenéis razón, don Francisco; no merecéis mi perdón, sino mi agradecimiento. ¡Qué lástima! dijo Quevedo. ¿Y de qué? ¿Pues no queréis que me lastime, si os veo loca? ¡Loca! ¿creéis en los hechizos? ¿es verdad que se puede hacer mal de ojo? Desembozáos, hija, á fin de que yo pueda veros.
Así era como las gentes se volvían muy instruidas, porque libres entonces de su envoltura corporal iban a la escuela de los que podían enseñarles más cosas de las que sus vecinos podían aprender con ayuda de sus cinco sentidos y del pastor. Y, ¿dónde había adquirido maese Marner su conocimiento de las plantas y también el de los hechizos, cuando se le ocurría darlos?
Palabra del Dia
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