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Actualizado: 10 de junio de 2025


Seguían muchas páginas referentes a un período de indecisión, reflexiones escritas sin la sospecha siquiera de que otros ojos que los suyos pudieran leerlas nunca; el alma de Laura asomaba por ellas con toda su gracia interior, como una vestal que descubriera sus hechizos a la luna. Adriana las leía con encanto, sus ojos y sus labios sonreían. Pero pronto le volvió la inquietud.

Los hechizos de aquel brazo, prodigio de elegancia y blancura, iban quedando al descubierto sin recibir el homenaje de admiración que un escultor le hubiera seguramente otorgado. Cesó de dar vueltas. En una de ellas apareció sobre el fondo blanco y lustroso una gran mancha morada con bordes amarillentos. Laura, al ver aquella mancha, no pudo reprimir un leve gesto de espanto.

Los castillos encantados de los libros de caballería, con sus damas, enanos, salones, subterráneos, hechizos y todas sus locuras, son un informe agregado de partes muy reales que la imaginacion del escritor componia á su manera, sacando al fin un todo que solo cabia en los sueños de un delirante.

La carta de don Juan escondida en el libro devoto, leída con voz temblorosa primero, con terror supersticioso después, por doña Inés, mientras Brígida acercaba su bujía al papel; la proximidad casi sobrenatural de Tenorio, el espanto que sus hechizos supuestos producen en la novicia que ya cree sentirlos, todo, todo lo que pasaba allí y lo que ella adivinaba, producía en Ana un efecto de magia poética, y le costaba trabajo contener las lágrimas que se le agolpaban a los ojos.

Sólo digo ahora que la pena que me ha causado ver estas blancas canas y este rostro venerable en tanta fatiga, por alcahuete, me la ha quitado el adjunto de ser hechicero; aunque bien que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce.

Palabra del Dia

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