Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 21 de septiembre de 2025


No, señor; no me debe usted más que mil quinientas cincuenta. , señora, le debo a usted dos mil, porque va usted a hacerme el favor de prestarme otros noventa duros... Necesito hacer algún regalito a mi novia y tengo poco dinero manifestó el joven poniéndose rojo como una amapola.

-Pues así es -dijo Tomé Cecial-, yo fui por mi voluntad loco cuando quise hacerme escudero de vuestra merced, y por la misma quiero dejar de serlo y volverme a mi casa.

Querían llevarme con ellos, hacerme compartir lo poco de felicidad que les quedaba todavía: me crearía un interior en la casa de mi cuñado; pero rechacé su ofrecimiento con fiera obstinación.

D. Luis entonces, con acento grave y reposado, dijo: Señor conde, yo no tendría inconveniente en fiarme de la palabra de un caballero y en llegar a ser su acreedor, si no temiese perder su amistad que casi voy ya conquistando; pero, desde que vi esta mañana la crueldad con que trató Vd. a ciertos amigos míos, que son sus acreedores, no quiero hacerme culpado para con Vd. del mismo delito.

Soy un funcionario de Gracia y Justicia lo mismo que ustedes... y con treinta años de servicios. Que pregunten por Nicomedes: todo el mundo me conoce; hasta los periódicos han hablado de . Y después de alojarme en la cárcel, ¿aún quieren hacerme dormir en un desván que ni para los presos sirve? Muchas gracias. ¿Para esto me ordenan venir?... Estoy enfermo y no duermo ahí.

Yo no me vengo, no os he dicho nada que merezca la pena de que me tratéis así. Habéis querido hacerme sospechar de mi esposa. ¡Jesús María! ¡vea vuestra merced lo que es ser los hombres maliciosos! No es necesario ser malicioso. ¿Pues yo qué os he dicho? Pues eso es lo malo, que no habéis dicho nada. He dicho que los hombres viejos no debían casarse teniendo hijas jóvenes y bonitas.

Comprendía que era una ilusión; pero el terror era más grande que mis facultades de análisis, y me agarraba a las piedras hasta hacerme sangre en las manos, y gritaba frenéticamente como un loco. Cuando comenzó a amanecer sentí que mi corazón se aligeraba, y mi pecho respiró con desahogo. La luz venía iluminando el mar, ya calmado y tranquilo.

Este pensamiento ha renacido en con mayor fuerza al sentir las vibraciones clamorosas de la campana que llora sobre su tumba y que parece hacerme cargos por mi silencio, cuando el mismo bronce llora para recordármelo. Acumúlanse los años, la tarde de la vida se acerca, el polvo del tiempo comienza a empañar las hojas con el tinte pálido del otoño.

Pero vamos, señora, ¿qué queréis de ? No puedo más. Aunque soy un antiguo romano, vais a hacerme perder el juicio. ¡Cesad de llorar, os lo ruego! CLEOPATRA. Entonces, ¿nos dejáis partir? ESCIPIÓN. ¡Desde luego! Estáis libres. Id en busca de vuestros maridos. ¿Verdad, señores romanos? ¿Pueden partir? EL GRUESO ROMANO. ¡Naturalmente! Que se vayan; raptaremos a las mujeres de los etruscos.

Mi padre se esforzó toda la vida en hacerme menos terrible esta pérdida. ¡Dios le bendiga por ello! Pero el amor de una madre es insustituible, no tanto por lo vivo y profundo, sino por lo que tiene de femenino. El hombre necesita en todos los momentos de su vida del amor de la mujer; primero de la madre, luego de la esposa, más tarde de la hija.

Palabra del Dia

plástico

Otros Mirando