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Actualizado: 21 de junio de 2025


La bacía yo la llevo en el costal, toda abollada, y llévola para aderezarla en mi casa y hacerme la barba en ella, si Dios me diere tanta gracia que algún día me vea con mi mujer y hijos.

Vamos a ver dijo, tentándole el pulpejo de la oreja izquierda a Bonifacio ; ahora que ya tiene usted esos cuartos, sin más garantía que un simple recibo... ahora que no puede usted sospechar que hable por negarle este insignificante favorcillo, ¿me permite usted que, sin ánimo de ofenderle, me atreva a hacerme cruces, un millón de cruces, viendo al jefe de la casa Valcárcel venir a pedirme prestados seis mil reales?...

Si tras la lidia Me aguarda entre sus brazos la victoria. ¿Qué me importa que otros con perfidia Quieran manchar mi nombre envuelto en gloria? Detesto el odio, la traición y engaño Y a aquellos quienes me odian los perdono; Podrán viles hacerme todo daño, Mas no me harán temblar en mi alto trono. Por encima del odio y de la inquina, Todos pregonan mi carácter noble.

La persona a quien se encomienda, si es cierto lo que usted me dice, me parece dignísima y me lleva, entre otras muchas ventajas, la de la antigüedad. Pero sobre todo, aunque en efecto se cometiera conmigo una injusticia, ¿a qué viene esa alteración? ¿A qué vienen esos insultos a personas respetables por cuya cabeza no habrá pasado la idea de hacerme daño alguno?

Pedrito me habló de las carreras; lleva la cuenta de los minutos y segundos que emplea cada caballo en dos mil metros. ¡Qué interesante! ¿Estarías muy divertida con tal conversación? Pues me divertí. Me dió por hacerme la entendida en carreras.

Francamente, no puedo hacerme a estas costumbres nuevas... Escribir a un periódico... Poner un anuncio... ¡Y qué anuncio!... Gracias, abuela, gracias de todos modos exclamé con transporte. No hay de qué respondió la abuela. Pasa por el mundo entero una especie de viento de locura... No me habléis más de todo esto concluyó volviéndonos la espalda.

He oído lo que decías a mi tía, no hace mucho. Pues bien, señorita, si habéis oído no tenéis necesidad de hacerme hablar. Susana me volvió la espalda y no quiso contestar a ninguna de mis preguntas.

Como ustedes ven, el excelente hombre deseaba hacerme un verdadero obsequio. Desgraciadamente, algunos días después de su partida, estalló la guerra en Alemania, y no volví a oír hablar más de mi tragedia.

Miro por sus intereses como si fuesen míos... mucho más que si fuesen míos... ¿Por qué se goza en hacerme padecer?... En cuanto hay mujeres delante me trata con un despego y un despotismo como no se trata á una negra... Y les dice requiebros, y retoza con ellas... y si me presento en el cuarto me pregunta con desprecio: «¿Qué hace usted ahí? ¿A qué viene usted aquíHasta que me echa, y esas perdidas se quedan riendo de ... Ahora le da por una que llaman Mercedes la Cardenala.

Para evitar el encuentro con cualquier pariente o conocido de la niña, procuré seguir las menos principales. Teresa iba cogida a mi brazo como al de un antiguo amigo, hablando sin cesar, riendo, sacudiéndome a veces fuertemente y deteniéndose a lo mejor delante de un escaparate, para hacerme mirar cualquier chuchería.

Palabra del Dia

consolándole

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