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Actualizado: 12 de junio de 2025
Podrá ser excusable que un hombre rudo, solo acostumbrado á los fenómenos de la sensibilidad, y que jamás ha descendido á las profundidades del alma en la esfera intelectual pura, al hablarse de un espíritu, de una causa, de una substancia, pregunte sencillamente ¿qué es esto? y exija que se le exponga lo insensible bajo una forma sensible; pero quien se precia de enmendar la plana á todos los filósofos antiguos y modernos, quien desde la inaccesible altura de su sabiduría trata con desden tan soberano, todos los discursos que hasta entonces se habian mirado como concluyentes, debiera producir otros títulos de su superioridad, que el decir: no se concibe la posibilidad de un tal modo de existencia; no tenemos intuicion interna de eso permanente de que hablais; el yo no es mas que la conciencia de mi pensamiento. ¿Y qué? se necesita mas que esta misma conciencia para demostrar lo que nos proponemos?
No apresureis el camino Al morir, porque su estambre Cuidado tiene la hambre. De cercenarla contino. Hijos destas tristes madres, Qué es esto? cómo no hablais? Y con lagrimas rogais Que no os dexen vuestros padres? Basta que la hambre insana Os acabe con dolor, Sin esperar el rigor De la aspereza Romana.
No os creo. Cuando sepáis con quien me caso, lo creeréis. ¿Habláis formalmente, Dorotea? ¡Oh! ¡sí! ¿Y quién es ese afortunado esposo? Me estáis atormentando, Dorotea. Os juro que no tendréis celos del esposo que he elegido. ¿Vais á meteros á monja? ¡Llevar yo á Dios un corazón lleno del amor impuro de un hombre! ¡No, don Juan! no soy tan impía.
Si por substancia entendéis un ser subsistente por sí mismo, y por esta subsistencia significais, que no necesita de ningún otro para existir, que no lo ha necesitado nunca, entonces hablais de un ser no causado, de un ser necesario, que tiene en sí propio la razon suficiente y necesaria de su existencia.
¿Quién pudiera decir lo que pasó por ambos cuando en aquel abrazo, tan súbita e inopinadamente sobrevenido, se encontraron enlazados? Pero ¿qué es lo que estáis diciendo, hombre, dijo doña Guiomar, que me parece que os habéis vuelto loco? ¿De qué alma habláis, que decís que es vuestra alma?
Pues ya que de escuderos habláis, dijo el barón cuando cesó la risa provocada por los recuerdos de Sir Oliver, debo decir á los míos que hoy mismo tendrán brillante ocasión de acreditar su valor y de imitar el ejemplo que les han dejado nobles antecesores. Id á la cámara, muchachos, y traedme mi arnés; el señor de Butrón y yo nos armaremos aquí, sobre cubierta, con vuestra ayuda.
Mis desgracias y mi desamparo han llegado á tal extremo que por fin me veo obligado á deshacerme de mis tesoros para procurarme algunos recursos con que terminar mi viaje. Voy al santuario de Nuestra Señora de Rocamador y allí espero acabar mis días. ¿Y qué tesoros son esos de que habláis? Helos aquí, sobre esta tabla.
El estampador era un joven muy aficionado a la charla, hablaba sin ton ni son, escapándose de él el discurso y la palabra como se escapa el aire de un fuelle agujereado. Era un intellectus lleno de roturas. Mariano tenía en su laconismo una brutalidad sentenciosa. «¿Que habláis ahí, muchachos? dijo de pronto Juan Bou, que estaba aquel día de bonísimo talante, por haber cobrado una antigua cuenta.
¿De qué manera pretendéis libertarme de éste que yo llamo mi sacrificio? dijo con acento singular doña Clara. ¿De qué manera? ¿De qué manera decís? exclamó el joven, con la mirada extraviada y la voz sombría . ¡Muriendo! ¡Dejándoos viuda! ¡Dios mío! exclamó doña Clara, levantándose de una manera violenta y asiendo una mano de don Juan . ¿Qué habláis de morir?
Pues el padre de la dama de que os hablo era el jefe de esa valiente fuerza, y su prometido era escudero del famoso capitán. Llegó aquí la nueva de que ni un solo miembro de la Guardia había sobrevivido á una serie de cruentos combates y la pobre doncella.... ¡Acabad! gritó Roger. ¿Habláis de Doña Constanza de Morel? La misma.
Palabra del Dia
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