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Actualizado: 12 de junio de 2025
Nos vamos a romper la mollera gemía yo, aferrándome al brazo del comandante, mientras que Pablo ofrecía el suyo a Blanca. ¿Estamos tristes, Reinita? me preguntó quedo el comandante. Habláis como mi cura respondí emocionada. Vamos a ver: ¿Queréis tener confianza en mi? Yo no tengo tristezas ni confianza en nadie contesté de mal modo.
No, ciertamente: yo no hablo con nadie más que con las personas cuya lista da el duque de Lerma á la duquesa de Gandía. Os engañáis, porque habláis todos los días y á todas horas con una persona á quien no pueden ver ni la duquesa ni el duque. ¿Y quién es esa persona? Esa persona es vuestra favorita... la hermosa menina doña Clara Soldevilla.
¡Vehemente y apasionado como su padre! murmuró Quevedo. ¡Qué! ¿habéis conocido á mi padre, don Francisco? Cuando fuísteis á Navalcarnero ya había muerto. He oído hablar de él dijo Quevedo. Pues os han engañado. Bien puede ser. Mi padre era lo más pacífico del mundo. ¡Pobre amigo mío! dijo Quevedo. ¿Por quién habláis, por mi padre ó por mí? Hablo por vos.
Habláis como un libro, que yo le he visto batir el cobre y apenas hay quien le iguale.
Ignoro absolutamente la aventura de que me hablais; presumo, sí, que generalmente los que manejan los negocios públicos perecen á veces miserablemente, y que bien se lo merecen; pero jamas me informo de los sucesos de Constantinopla, contentandome con enviará vender allá las frutas del huerto que labro.
Entre tanto Quevedo, atravesando callejones y galerías, se entró en el aposento de doña Clara Soldevilla. Don Juan se calentaba al brasero y doña Clara escribía. Consuela este olor dijo Quevedo entrando. ¡Ah, mi buen amigo! dijo don Juan. ¡Ah, don Francisco! exclamó doña Clara : ¿de qué olor habláis?
Y tú, Cleopatra, vete a la cama. Yo mismo prepararé la comida. MARCIO. ¡Permitid! ¿Por qué habláis de la comida? Cálmate, Cleopatra; aquí hay un error. Por lo visto, no te haces cargo de que has sido ilegalmente raptada. Escipioncito, déjame el pañuelo. ESCIPIÓN. ¡Tómalo, querida! MARCIO. ¡Permitid! No comprendo por qué se habla aquí de un pañuelo, cuando se trata...
Los dos hombres armados, al oir que se entendían en una lengua que ellos no comprendían, entraron en sospechas. ¿Qué habláis? dijo uno, retrocediendo y preparando el fusil. No tuvo tiempo de hacer nada, porque Martín le dió un garrotazo en el hombro y le hizo tirar el fusil al suelo, Bautista y el extranjero forcejearon con el otro y le quitaron el arma y los cartuchos.
Dicen que el duque de Lerma, de quien tan justa y honrosamente habláis, os ha tenido preso. Me tuvo, y cabalmente porque no me tiene, me intereso por su excelencia. Me ha vencido su generosidad... y no sé... no sé cómo agradecérselo. Eso mismo lo he dicho á su hija, á la señora condesa de Lemos. Es verdad dijo doña Catalina ya más repuesta.
¿De qué infierno habéis salido? ¿Por qué me detenéis? ¿Por qué me habláis cuando huyo de vuestras voces?... ¡Isabel, qué me quieres? ¡Me abandonaste un día y ahora vuelves a mí, acompañada de una bruja! ¿De qué infierno sales, Isabel? ¿Cuál es tu nombre ahora? ¡Soy Isabel, señor!....
Palabra del Dia
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