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Actualizado: 13 de noviembre de 2025
Caballeros y niñas vienen ya del brazo, de las habitaciones interiores. Carruajes y caballos se detienen a la puerta del fondo, de la que por un corredor alfombrado, con grabados sencillos adornadas las paredes, se va a la vez a los cuartos interiores que abren a un lado y a otro, y a la sala.
Como reteniéndole en casa no se iba de todos modos a la cama hasta que rayaba el alba, y pasaba la noche trasteando por las habitaciones, y como el vicio de trasnochar por sí solo es de los más baratos que se conocen, la ingeniosa señora le dejaba retirarse a la hora que quisiera. Permanecía en el café de la Marina con los últimos parroquianos.
Atravesó con paso firme, a la vista de tres o cuatro criados inmóviles, el gran vestíbulo sonoro de su palacio, y subió la escalera, silenciosa, pero llegado que hubo al primer descanso de la escalera de sus habitaciones, se apercibió de que su marido seguía adelante: Perdón le dijo ; hacedme el gusto de entrar ahí, tengo que hablaros.
A este patio venía a parar una anchurosa escalera de piedra con balaustrada de la misma materia. Estaba ya gastada y necesitaba reparos en algunos sitios. En el primer descanso esta escalera se partía en dos brazos, uno de los cuales conducía a las habitaciones de los señores y otro a la de los criados.
Las habitaciones obscuras se llenan de luz blanca, y por primera vez oímos a los gorriones, agazapados bajo los rastrojos, con las plumas erizadas, que gritan afuera: «Esta mañana no hay comida, no hay comida.» Hullin se calzó sus recios zapatos herrados de doble suela, y sobre la chaqueta púsose un amplio jubón de paño buriel.
Se dirigían por el interior de las habitaciones á la cámara pública de audiencia. La duquesa iba de prisa. Al pasar por una galería obscura, la duquesa, que iba muy delante del conde de Olivares y de doña Clara, dijo con acento cortado: Por piedad, caballero, no me engañéis; ¿por qué habéis querido que vuestra esposa se ponga esas joyas hoy?
Sor Marcela dispuso que le volviesen a poner los trastos de la celda lo mismo que estaban, y acabose el cuento del ratón. El día siguiente fue uno de los más calurosos de aquel verano. En las habitaciones que caían al Mediodía era imposible parar, porque faltaba el aire respirable. Donde quiera que daba el sol, el ambiente seco, quieto y abrasado tostaba.
Fabrice no tardó en seguirla; una vez en sus habitaciones paseóse largo tiempo de arriba abajo, torturado por supremas incertidumbres; después se sentó delante de una mesa, tomó una pluma y escribió la siguiente carta: «Señorita: »Me permito decir a usted por escrito lo que me ha faltado valor para expresarle de palabra. Mi carta será corta.
17 De vuestras habitaciones traeréis [dos] panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de flor de harina, cocidos con levadura, [por] primicias al SE
Llenó las habitaciones de tiestos, moños, grabados ingleses, mecedoras, almohadones, lámparas con delicados abat-jours... Hizo arreglar el jardín, improvisó una huerta, cuidó un corral de aves domésticas... Y todo esto, agregado a su biblioteca, su subscripción a varias revistas, y a sus habilidades caseras, hicieron de la casita un verdadero oasis en el desierto de Tandil.
Palabra del Dia
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