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Actualizado: 28 de julio de 2025
Paciencia y calma, y dejemos que corra el ovillo dijo el bufón. Una ráfaga de viento arrastró las palabras de Quevedo y del tío Manolillo. Habíase distraído Quevedo, y cuando volvió á mirar, vió que don Juan de Guzmán mostraba á Luisa un objeto envuelto en un papel, sobre el cual arrojó una mirada medrosa Luisa. No, no repitió la joven . ¡Qué horror!
La esposa o la desposada que nos burla habíase dicho a sí mismo se troca, al pronto, en nuestro peor enemigo; una vez descubierta no queda sino darle muerte sin piedad, y después olvidarla, olvidarla del todo, barrer del corazón hasta su nombre, inhumar su recuerdo como un harapo de pestífero. He ahí la vieja ley de la honra.
Al volver de Madrid, en la tarde siguiente, pisando la nieve convertida en fango, encontró su vivienda en revolución. Venía alegre: había logrado reunir unas cuantas pesetas; pero olvidó su gozo al ver a la Teodora con otras gitanas en torno de Feli, que estaba en el lecho, sumida en el sopor de la crisis. Habíase repetido el ataque.
Pocos días después aparecieron en Avila los pasquines sediciosos, y aunque don Alonso, prevenido y aconsejado por el mismo don Diego, habíase marchado la víspera a la corte, el señor de San Vicente y su esposa, en una plática de sobremesa, soplaron su nombre al doctor Pareja de Peralta, alcalde de corte enviado por el Rey.
Habíase levantado un sumario contra varios oficiales, a quienes se acusaba nada menos que de traición a la República... Sus nombres permanecían aún reservados... Pues La Mañana del Tandil insinuó vagamente alguno de esos nombres.
Esto hubiera sido la confesión de su menosprecio a la casa de la que, tan generosamente, primero le había amparado a él, y luego a Margarita. En malos pasos habíase metido en aquella ocasión Cervantes. Por agria, torcida y difícil senda había tomado.
El viejo habíase sentado en una silla baja, apoyando su espalda en el lecho, y con la cabeza inclinada parecía sumido en dolorosa reflexión. Doña Manuela, lloriqueando, fijaba sus ojos con expresión interrogante en el implacable hermano, como si le pidiera misericordia.
En América está el porvenir de los desesperados y de la gente arruinada. Teresa debía saber dónde estaba su marido. La fuga era cosa convenida entre los dos: por eso se mostraba ella tan tranquila. Habíase quedado con su hijo en Las Tres Rosas, y a todos los que buscaban a don Antonio les contestaban lo mismo. Estaba fuera y no tardaría en volver para arreglar sus asuntos.
Habíase diferido esto por las enemistades de Entenza, y Rocafort, que estaban aun tan vivas, que no se osaban mover de sus alojamientos, ni juntarse por el recelo que se tenia que entrambas las dos parcialidades no llegasen á rompimiento: tanto pueden disgustos é intereses particulares, que impiden el remedio comun y quieren mas perecer con ellos, que vivir cediendo de su locas y vanas pretensiones.
Habíase plantado frente á doña Rosalía, y miraba, con la atención de un can preocupado, el buen color de la costurera que había traído la desolación á aquella casa. Señora dijo Paz con un poco de cortesía, le agradecemos á usted el aviso que nos ha dado, mostrando, como es natural, su celo é interés por la honra de nuestra casa.
Palabra del Dia
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