Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 28 de julio de 2025
Aquella mujer resultaba incomprensible. Al marido fiel y bondadoso apenas lo nombraba, como si su matrimonio hubiese sido de algunos días; y en cambio, de aquel calavera que tanto la hizo sufrir habíase forjado después de muerto una figura ideal, y ya que no de sus virtudes, hablaba a todos de su talento, pintándolo como un sabio ilustre, cuya ciencia no había podido apreciar el mundo.
Habíase vuelto muy indulgente con los demás, al par que severo consigo mismo. Al pisar el atrio de Ulloa notaba una impresión singularísima.
Habíase convertido don Manuel en un soñador quejoso. Hacía tiempo que parecían extinguidas en él aquellas ráfagas de alegría loca que, de tarde en tarde, solían sacudirle, agitando toda la casa. En tales ocasiones, parecía don Manuel un delirante. Todo su cuerpo se conmovía con el huracán de aquel extraño gozo que le hacía cantar, correr, tocar el piano y reirse a carcajadas.
En el convento de San José, Catalina Dávila, presa de súbito arrobamiento, habíase levantado varios palmos del suelo al leer una anotación de mano de Teresa de Jesús, en los Morales de San Gregorio.
Roger había suspendido la pintura de la famosa muestra y contemplaba admirado aquel tipo del guerrero de la época tan nuevo para él, y que en corto espacio habíase mostrado duro y violento, galante, generoso, sonriente y apacible por fin, seguro de su fuerza y satisfecho de sí mismo. En aquel momento acertó á mirarle el arquero y vió la sorpresa y la curiosidad retratadas en el rostro del joven.
Pedro tomó los remos, puso aquélla en movimiento y, abandonándola al hilo de la corriente, se dejó ir suavemente. Y por cierto que era encantador este riachuelo oculto bajo el follaje de los sauces y de los fresnos que festoneaban sus orillas. Únicamente habíase practicado acá y allá algún ligero claro para comodidad de los aficionados a la pesca.
Y no había medio de pasar de aquí. Las lágrimas salían a sus ojos, y el nudo de la garganta volvió a apretársele de un modo horrible. En toda su vida, en tiempo alguno, habíase visto la infeliz en trance semejante. La persona que familiar y cariñosamente llamaban algunos la rata eclesiástica, infundíale más respeto que un confesor, más que un obispo, más que el Papa.
Su salud delicada se había robustecido, su cuerpo habíase desarrollado; y aunque demasiado joven todavía, sus facciones ofrecían tanta nobleza y regularidad, que mi maestro de dibujo, el señor Lasca, pintor de talento, le tomaba por modelo de todas las figuras de ángeles y querubines con que decoraba el salón de mi tío; y el pobre joven se veía obligado a pasar horas enteras delante del artista, en vez de ir a jugar o correr por el parque.
Durante diez días, aquella deliciosa joven había estado demasiado con él, ¡demasiado con él solo! ¿Cómo resistir a semejante tentación? Habíase embriagado con su encanto, su gracia y su belleza. Mas al siguiente día llegarían veinte personas al castillo a poner término a tan peligrosa intimidad.
He aquí unos hechos ciertos, evidentes, palpables, y tan inexplicables como la hinchazón y rubicundez de vuestra nariz. ¡Pero tengamos paciencia! Dos días después la hinchazón la nariz del notario cedía de un modo visible, pero su color rojo persistía. Al final de la semana, su volumen habíase reducido más de una tercera parte.
Palabra del Dia
Otros Mirando