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Actualizado: 28 de julio de 2025
A veces levantaba su pecho el temblor de un sollozo, y lágrimas abundantes corrían por sus mejillas; besaba entonces los pies del Cristo, entornaba los párpados y parecía rezar... La marquesa habíase sentado a los pies de la cama, en el gran butacón, y rezaba el rosario. Sonaron los cascabeles de un coche, y la dama hizo un movimiento para levantarse. Diógenes abrió los ojos muy azorado.
Casi todos los días del mes se pasaban en angustiosos arbitrios para reunir cuartos, cosa en extremo difícil ya, porque no había en la casa objetos de valor. El crédito en tiendas o en cajones de la plazuela, habíase agotado. De los hijos nada podía esperarse, y bastante hacían los pobres con asegurar malamente su propia subsistencia.
El primer ministro, que lo era a la sazón el príncipe de Polignac, habíase propuesto hacer que yo fuese a París a ocupar la dirección de los Negocios extranjeros; continuamente recibía yo cartas amistosas en las que insistía en sus deseos; al fin, sucumbí, pero no para aceptar el cargo que se me ofrecía, sino para explicar franca y terminantemente los motivos que tenía para renunciar el empleo con tanta obstinación ofrecido.
Sirvieron el café; Jacobo habíase dejado caer negligentemente en una butaca, con la pierna derecha echada por encima del brazo de esta, y puéstose a fumar el exquisito cigarro puro que le ofreció el tío Frasquito.
Roger había lanzado al suelo su rota espada y contemplaba aquella dolorosa agonía con profunda lástima. Todo su furor habíase disipado como por encanto.
En aquella época no se conocía la etiqueta del duelo, pero eran muy frecuentes los encuentros singulares como el que describimos, y en ellos, así como en las justas, habíase conquistado el escudero Tránter una reputación que justificaba sobradamente la amistosa advertencia de Norbury.
Habíase acercado a la alta orilla y comprendí que buscaba lugar favorable para tomar tierra. No lo había, pero me acordé de mi cuerda, que probablemente colgaría donde yo la había dejado horas antes. Mientras él exploraba el terreno me le acerqué bastante, pero de pronto le oí lanzar una exclamación de alegría y comprendí que había descubierto la cuerda.
Habíase vestido decentemente, sus cabellos, bien peinados y recogidos en una castaña, acreditaban el celo de Dolores, que era quien se había encargado de su tocado.
Creyó que estaba indispuesto: habíase puesto repentinamente en extremo pálido, y su mirada, dilatada en el espacio, estaba fija como ante una aparición aterradora.
Los picos, los cabos de la región desolada, al lado del nombre de Franklin ostentan el de nuestro Bellot y tantos otros que abandonaron el dulce regalo de la vida normal para salvar la de un inglés. Por su lado John Ross habíase ofrecido á dirigir á los nuestros en busca de Blosseville, organizando por sí mismo la expedición.
Palabra del Dia
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