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LA CHOUTE. ¡Oh! ¡Lo que es ...! ¡Duermes con todo el mundo...! BEAUVALLON. ¡Es verdad...! Pero a ti estuve a punto de amarte...! ¡Nada de guasa...! ¡Cuando desapareciste sentí algo parecido a un disgusto...! En primer lugar, eras más linda y más joven que las otras... Tenías solamente veintitrés años... LA CHOUTE. ¡Veintidós...!

Pero ni Simoun, ni Ben Zayb, ni el P. Irene, ni el P. Camorra la sabían y pidieron el cuento unos por guasa y otros por verdadera curiosidad. El clérigo, adoptando el mismo tono guason con que algunos se lo pedían, como un aya cuenta un cuento á los niños dijo: Pues érase un estudiante que había dado palabra de casamiento á una joven de su país, y de la que al parecer no se volvió á acordar.

Para la calefacción, y además como objeto de adorno. Todos comprendieron ya la burla menos la linfática señora, que siguió preguntando con interés los pormenores del negocio. Los tertulios reían, hasta que Calderón, entre risueño y enojado, exclamó: ¡Pero mujer, no seas tan cándida! ¿No ves que es una guasa que se traen Pepa y Pinedo?

Entendía Juan Pablo que esto de ir corriéndola de mundo en mundo después que uno se muere es muy aceptable; pero lo del periespíritu no lo tragaba, ni la guasa de que vengan Sócrates y Cervantes a ponerse de cháchara con nosotros cuando nos place. Vamos; esto es para bobos.

, sombrero, y de muchísimo gusto dijo el compinche con tanto énfasis como si continuara narrando el suceso histórico , y vestido azul elegantísimo y abrigo de terciopelo... ¿ estás de guasa? Abrigo de terciopelo. Vaya... y con pieles, un abrigo soberbio. Le caía tan bien... que... Entró Jacinta sin anunciarse ni con ruido de pasos ni de ninguna otra manera.

Tristán sonrió levemente, quedó unos instantes pensativo y al cabo le preguntó: ¿Y nosotros los poetas también necesitamos la amistad de los ministros? No, vosotros necesitáis pertenecer a uno de los dos Cuerpos colegisladores respondió gravemente el pintor. ¡Vamos, Gustavo, hoy traes la guasa verde! No es broma, querido, es la pura verdad.

En Pilares, no ya le faltaba este ambiente o relación habitual, sino que quien lo disfrutaba era Belarmino. Este curioso individuo hablaba un idioma indescifrable, de su propia invención, con singular facundia. Era un fenómeno. A oírle, medio en guasa primeramente, luego empeñados en descifrarle, acudía buen número de estudiantes, y por último de profesores.

No tardaron en agruparse de nuevo, pero no alrededor del columpio, sino del banco que ocupaban debajo de la parra Antonio Robledo y su querida, Soledad, el señor Rafael y su sobrino. La disputa había aparecido al fin. Rara vez dejaba de haber guasa cuando Antonio y María-Manuela se hallaban reunidos en público.

Yo creí que estaba usted libre de tales debilidades... No... dijo haciendo monadas la Bonnetable con voz que ella se esforzaba por hacer aflautada; he pagado mi tributo a la juventud como todo el mundo... He sido muy solicitada. ¡Qué guasa! exclamó Francisca empujándome con el codo. Y muy adulada... Si no he hecho un brillante matrimonio ha sido porque no he querido.

El doctor abrió la camisa y aplicó un extremo de la trompeta, inclinándose para poner su oído en el otro. «No te muevas... Ahora, respira fuerte... da un suspiro, pero un suspiro grande, como los de los enamorados». Me parece que estás de guasa. Pepe, por Dios, mira que esto es serio, muy serio. Llevo más de diez noches sin pegar los ojos, y tu dichoso digital no me alivia nada.