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Actualizado: 12 de julio de 2025
Bajábamos los tres en ala y a buen andar, con los perros atados muy en corto, porque a medida que nos acercábamos al peñasco, costaba mucho trabajo contenerlos, y mucho mayor acallar sus latidos. Era plan acordado ya atacar a la fiera en su guarida, entrando por el lado izquierdo de la boca, y no convenía que los perros se nos anticiparan, por razones, que se habían discutido también.
Aclaramos el secreto, sin embargo; y sentados con mi hermana en la sombría guarida de algún rincón, bien juntos y mudos en la semioscuridad, gozamos horas enteras el orgullo de no sentir miedo. Fué allí donde una tarde, avengonzados de nuestra poca iniciativa, inventamos fumar.
Era un islote de dos o tres kilómetros de extensión, propiedad de don Mariano de Elorza, que sólo la utilizaba para cazar de vez en cuando y traer de allá todos los años algunos centenares de huevos de gaviota. Estaba cubierta a trechos de pinos, pero en su mayor parte vestida de tojo, donde las liebres y los conejos tenían su guarida.
246 Ansí es que al venir la noche iba a buscar mi guarida, pues ande el tigre se anida también el hombre lo pasa, y no quería que en las casas me rodiara la partida. 247 Pues aun cuando vengan ellos cumpliendo con su deberes, yo tengo otros pareceres, y en esa conduta vivo: que no debe un gaucho altivo peliar entre las mujeres.
En la esquina de la calle del Tribulete despidieron el coche; los chicos sin vacilar fueron derechos a la puerta de una casa vieja y sucia; el mayor se volvió de espaldas y dio con los tacones de sus zapatos rotos algunos golpes; al poco rato abrió una vieja, que dejó escapar al verlos un gruñido nada pacífico; pero su mal humor se convirtió en sorpresa al observar que Hojeda y Miguel atravesaban el portal y seguían a los muchachos; éstos subían decididos la escalera, como hormigas que entran en su guarida; Miguel sacó un fósforo, porque la vieja portera se había retirado con la luz.
827 Hizo del rancho guarida la sabandija mas sucia -el cuerpo se despeluza y hasta la razón se altera-; pasaba la noche entera chillando allí una lechuza. 828 Por mucho tiempo no pude saber lo que me pasaba; los trapitos con que andaba eran puras hojarascas; todas las noches soñaba con viejos, perros y guascas.
Lo cual no impidió que ambos llegásemos sonrientes a las puertas de Tarlein, donde me entregaron una carta llevada para mí, según dijeron los sirvientes, por un joven desconocido. Abrí el sobre y leí: «Juan se encarga de llevar estas líneas a su destino. Soy la que le envió a usted otro aviso en ocasión anterior. ¡Hoy le pido en nombre de Dios, que me libre de esta guarida de asesinos! A. de M.»
Currita bajó la primera, nerviosa, un poco pálida, pero no de vergüenza ni de miedo, sino de ira, de anhelo, de despecho... Por fin, iba a entrar agarrada al manto de la caridad, haciendo hincapié en las llagas de los heridos del Norte, en la guarida de la fiera, y a cerciorarse por sí misma de si eran de la droga aquella, fuese píldora o jarabe, los equipajes que había visto Demetrio en el coche reservado.
El puma se había ido aproximando con un gruñido hipócrita, como si esperase verle de espaldas para caer sobre él. Rosalindo se inclinó, enviándole otro peñascazo que le hizo huir por segunda vez de aquella tumba que consideraba como su guarida. Continuó el gaucho su marcha. Al día siguiente vió unos guanacos salvajes que corrían por el límite del horizonte.
236 Su casa es el pajonal, su guarida es el desierto; y si de hambre medio muerto le echa el lazo a algún mamón, lo persiguen como a plaito, porque es un gaucho ladrón. 237 Y si de un golpe por ahi lo dan güelta panza arriba, no hay un alma compasiva que le rece una oración; tal vez como cimarrón en una cueva lo tiran.
Palabra del Dia
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