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Actualizado: 12 de junio de 2025
Era, por más señas, de Maquileros, un vecino del Tarumbo. De manera que se trataba de un oso cebado en carne fresca y a qué quieres, boca. ¡Excelente ocasión la de nuestra visita para afinar el apetito de su merced! Enlazado naturalmente con esta conversación, vino el plan de ataque a la fiera en su misma guarida después de cerciorados nosotros de que estaba en ella.
6 Alzad bandera en Sion, juntaos, no os detengáis; porque yo hago venir mal del aquilón, y quebrantamiento grande. 7 El león sube de su guarida, y el destruidor de gentiles ha partido; salió de su asiento para poner tu tierra en soledad; tus ciudades serán asoladas sin morador. 8 Por esto vestíos de cilicio, endechad y aullad; porque la ira del SE
En luengo un grande rio caudaloso Con sus dos compañeros fué bajando Tres dias, y en un prado verde umbroso Que el rio con sosiego va bañando, Metido en una choza al valeroso Topamaro le ha hallado reposando, Sin gente, que no saben la venida Del Capitan Loyola á su guarida.
La tierra que sirve de pavimento permanece siempre húmeda y como viscosa, por todas las aguas sucias que la llenan de grasa. El aire que se respira en tal guarida es acre y fétido. Flotan en él á un tiempo los hedores del humo, del tocino rancio, del pan de muchos días, de la madera carcomida, de la ropa sucia, de las emanaciones humanas.
280 Tal vez en el corazón le tocó un santo bendito a un gaucho, que pegó el grito y dijo: ¡Cruz no consiente que se cometa el delito de matar a un valiente! 281 Y ahi no más se me aparió, dentrándole a la partida; yo les hice otra embestida pues entre dos era robo; y el Cruz era como lobo que defiende su guarida.
1086 La fiera ama en su guarida, de la que es rey y señor; allí lanza con juror esos bramidos que espantan, porque las fieras no cantan: las fieras braman de amor. 1087 Ama en el fondo del mar el pez de lindo color; ama el hombre con ardor; ama todo cuanto vive: de Dios vida se recibe, y donde hay vida, hay amor.
Las montañas que tienen, á lo menos, el mérito de ser hermosas, forman parte del número de esos dioses que van perdiendo ya sus adoradores. Sus truenos y sus aludes no son ya para nosotros los rayos de Júpiter: sus nubes dejaron ya de ser los vestidos de Juno: ya subimos sin temor á los valles altos, residencia de los dioses ó guarida de genios.
A la vista de Manila, en su misma bahía, en la provincia de Bataan, se destaca la sierra de Mariveles; pues bien, en sus bosques hay razas errantes sin más dominio ni ley, que las que Dios les dicta, ni la potente voz de los elementos que se desarrollan sobre la inmensa copa de los árboles que les dan sombra, alimento y guarida, y las que impone en la punta de sus flechas el que impera por la ley del más fuerte.
¡Amor mío! exclamé olvidado de todo para no pensar más que en ella; ¿has podido creer que yo iba a dejarte para ir de caza? Pero entonces, Rodolfo... ¿vas acaso?... Sí, en busca de esa fiera, de Miguel en su guarida. Flavia estaba densamente pálida. Ya ves, pues, querida mía, que no soy el amante ingrato que suponías. Pero no permaneceré ausente mucho tiempo. ¿Me escribirás, Rodolfo?
El relincho de reto, el aullido hostil y burlón, había resonado casi al pie de la escalera de la torre, prolongándose con el fuerte soplo de unos pulmones como fuelles. Casi al mismo tiempo sonó en la obscuridad un rumor estridente de abanicos abiertos: las aves marinas, sorprendidas en su sueño, salían disparadas de entre las rocas para cambiar de guarida.
Palabra del Dia
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