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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Los amores son la esencia de mi vida y los guardo en mi corazón como si fuesen una perla del Oriente. Estoy abrumado, estoy tan pronto rabioso como desmadejado, estoy que me llevan los demonios, porque, ante todo y sobre todo, soy un artista, y aquí, en esta ciudad, no se me comprende ni hace justicia. Por lo pronto, soy un maestro artista en zapatería.

No se oían los pasos, sino el golpe del fuerte bastón en que se apoyaba el Rey, y que con lúgubre compás sonaba en el alfombrado suelo. Desde el 19 de Julio hasta el 27 de Setiembre el Rey sufrió mucho de un dolor en la cadera izquierda; pero no guardó cama. Sus comidas eran penosas por falta de apetito.

Don José movió la cabeza con expresión de profundísima incredulidad, y cerrando la puerta con llave, se guardó ésta en el bolsillo.

Cuando se puso en pie había recobrado el sosiego, todo el sosiego del alma. Su resolución estaba tomada. Se dirigió con paso firme a su despacho, guardó de nuevo el revólver y se puso a escribir algunas cartas. Una larga para Tristán, otra para Cirilo. La última para su mujer. «Elena: Perdona que por última vez me dirija a ti. Es de absoluta necesidad para tu futura existencia.

La diatriva es un poco fuerte, y aunque algo merecida, hace tiempo que le guardo rencor por la parte que me toca como soldado raso en la falange de poetas del Rio de la Plata, que ha divinizado hasta la desesperacion y el desencanto.

Como muestra, traducimos del tagaloc el que oímos publicar en Lucban, cuyo original en forma de acta, lo guardo entre los autógrafos curiosos.

¡Quieto! ¡quieto! que este mundo acá ha de quedar... y lo que le voy á dar no es un veneno... De aquí no sale sin haber hecho algún gasto al cura de la Segada... Porque, lo que es á terco, no me gana usted á , señorito. El cura se dirigió al decir esto á la puerta, dió la vuelta á la llave y se la guardó en el bolsillo.

Son maniobras de los bajistas, pero ya ve usted que pierden su tiempo: el oro no ha hecho mayor caso y continúa su ascensión. Razón tenía yo en ponerlo en duda, porque conozco al ministro como a mis manos; pero, ¿qué me dice usted de la quiebra de Esteven? ¿Es creíble? ¿Es verosímil? Don Raimundo guardó un rato la respuesta.

El bizarro joven no abandonaba aquella sonrisa de ironía maliciosa. Guardó silencio un instante, y dijo al cabo: ¿Sabe usted, tía, qué nombre damos entre nosotros al casarse de este modo? ¿Cómo? Tomar estiércol. La marquesa sonrió con el borde de los labios; pero poniéndose grave en seguida, replicó: No; aquí no se puede decir eso, Pepe. Te repito que esa niña merece un partido brillante.

Hullin guardó silencio unos instantes; el temblor de sus labios, una lágrima que rodaba lentamente por su mejilla, toda su actitud revelaba los escrúpulos que sentía aquel hombre honrado frente a una de esas situaciones en que la conciencia pierde la fe en misma y busca nuevos apoyos.

Palabra del Dia

bagani

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