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Actualizado: 5 de mayo de 2025


Se fué enterando minuciosamente de sus trabajos, y á continuación la guardó presa, con toda clase de miramientos, en una cueva del Club Feminista, para que no pudiese revelar su secreto á los hombres.

Y, sin embargo, doña Juana le amaba con toda su alma; desde el momento en que le vió guardó su recuerdo, reposó en él, acabó en fin, por enamorarse; pero pura, y digna, y acostumbrada á las rígidas prácticas del convento, guardó su amor dentro de su alma, le combatió, le dominó si no le venció, y ni el mismo hombre amado pudo apercibirse de él, ni aun el confesor tuvo noticia alguna.

Cantó cuanto quiso, se guardó la pistola con aire de vencedor; pero luego, a la salida, en la negrura de los campos, cuando los atlots se dispersaban con auquidos de irónica despedida, dos certeras pedradas salidas de la sombra dieron con el bravucón en el suelo, y durante varios días dejó de acudir al cortejo por no mostrarse con la cabeza entrapajada.

Todavía continuó llenando cuartillas un rato, hasta que, yertos los pies y ardorosa la frente, recogió los papeles y los guardó en uno de los volúmenes.

Doña Lupe no había visto nunca tanto brillo en aquellos ojos ni animación semejante en aquella cara. Cuando entre los dos hubieron recogido las piezas, la tía las envolvió en un número de La Correspondencia, y arrojando el paquete sobre la cómoda, dijo con soberano menosprecio: «Ahí tienes para el regalo de boda». Maximiliano guardó en la cómoda el pesado paquete, y después se puso la capa.

No hay verdad hasta que hay juicio, pues sin juicio no hay mas que percepcion, comparacion de la idea con la cosa; y sin comparacion no puede haber conformidad ni discrepancia. Si concibo una montaña de mil leguas de elevacion, concibo una cosa que no existe, mas no yerro mientras me guardo de afirmar la existencia de la montaña.

No son los nervios, sino una verdadera tristeza... Es el alma quien padece y no el cuerpo. ¿Pero tienes acaso algún motivo de disgusto?... Tengo un presentimiento. ¡Bah, quién hace caso de presentimientos! María guardó silencio y Ricardo también. Era la hora del obscurecer.

Durante los días siguientes, Tirso guardó idéntica reserva: no salía, hablaba de cosas indiferentes, rehuyendo toda conversación sobre su pasado, esquivando rasgos de intimidad y haciendo como que no oía lo que le disgustaba.

Guardo estas flores porque tienen para el mérito de venir de sus manos; pero yo no sabría llevarlas con gracia en mi boutonnière, como sus elegantes amigos; estaría ridículo. ¿Por qué? interrogó María Teresa simulando no comprender. Son ideas que usted se hace; déjeme colocarle las flores...

Tomó de una gaveta, donde muy guardados estaban, los papeles que su tío le había dado, y que eran testimonio de su derecho incontestable; a saber: dos partidas de bautismo, varias cartas y otro documento interesantísimo. Pasó la vista por ellos, aunque ya se los sabía de memoria, y los guardó.

Palabra del Dia

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