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Actualizado: 27 de junio de 2025


Además, ¡tienen tan poco orgullo! continuó Madariaga con tono irónico . Cualquier gringo de éstos, cuando es dependiente en la capital, barre la tienda, hace la comida, lleva la contabilidad, vende á los parroquianos, escribe á máquina, traduce de cuatro á cinco lenguas, y acompaña, si es preciso, á la amiga del amo como si fuese una gran señora... todo por veinticinco pesos al mes. ¡Quién puede luchar con una gente así!

Pero durante la velada sintió la necesidad de descargar en alguien la cólera interna que le venía royendo desde su último viaje á Buenos Aires, é interrumpió al cantor. Oye, gringo: ¿qué es eso de tu nobleza y demás macanas que le has contado á la niña? Karl abandonó el piano para erguirse y responder.

Al llegar á sus manos el final de la cuerda, contempló tristemente su extremo cortado. Las lágrimas enturbiaron su visión. Luego, la hija de la estancia palideció de cólera mirando hacia las dunas, detrás de las cuales había desaparecido el norteamericano. ¡Que el demonio te lleve, gringo desagradecido!

Era Flor de Río Negro, que enseñaba á tirar el lazo á Watson, riendo de la torpeza del gringo. Como Torrebianca iba todos los días puntualmente á dirigir les trabajos de los canales, Ricardo gozaba de más libertad, empleándola en seguir á la niña de Rojas en sus correrías.

¿Y no te olvidas de alguno más? preguntó Celinda al terminar ella su lista . ¿No estuvo don Ricardo, ese que trabaja con don Manuel, el de los canales? Movió su cabeza la mestiza negativamente. En toda la noche vi á ese gringo. Luego empezó á reir, dándose sonoras palmadas en uno de sus muslos de relieve elefantíaco, lo que marcó su enorme redondez bajo la ligera faldamenta.

Me dijo que la pagarían a la vuelta, don Melchor... ¿Cómo a la vuelta?... Así me dijo... ¡y es tan porfiado el gringo!... ¡Son cosas suyas!... ¿Mías?... De Garona, querrá decirme... ¿y no les parece que es hora de ir saliendo?...

53 Juyeron los más matreros y lograron escapar: yo no quise disparar, soy manso y no había porqué, muy tranquilo me quedé y ansí me dejé agarrar 54 allí un gringo con un órgano y una mona que bailaba, haciéndonos rair estaba, cuanto le tocó el arreo, ¡tan grande el gringo y tan feo, lo viera cómo lloraba!.

Los paseantes se abstenían de dar la vuelta en redondo a la cubierta y volvían sobre sus pasos para no turbar las conversaciones de las damas. Sólo algún gringo despreocupado o de egoísmo insolente pasaba sobre sus gruesos zapatos por entre los sillones, sin darse la pena de entender el significado de las miradas furiosas que despertaba su atrevida presencia.

El político de marras le había dicho: ¿Conque no tiene usted de dónde sacar dinero? pues busque usted en la lana de sus colchones o en el forro de su chaqueta. Quisiera yo tener el gato que, sin duda, tiene usted encerrado. ¡Valiente gringo está usted! siempre llorando lágrimas... No, lo que es la bofetada se la había ganado bien y todas sus inmunidades no le valdrían para quitársela de encima.

Las familias argentinas habían acogido al principio su desbordante familiaridad con una extrañeza altiva. ¡Viajan tantos aventureros hacia su país!... Pero al notar que no era gringo, sino gallego puro, se ablandaban, mostrándose más comunicativas, como si encontrasen algo en él que les hacía recordar a sus ascendientes.

Palabra del Dia

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