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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Una tarde de verano, en Segovia, contemplando desde su habitación el rojo deshojamiento del crepúsculo sobre el valle del Eresma, vio pasar por la calle a un arrogante galán que se detuvo a mirarla. Iba vestido a lo soldado, con harta pluma en el sombrero. Una daga cubierta de piedras preciosas brillaba sobre sus gregüescos acuchillados. Aquella escena muda se repitió varias veces.

Todo lo que había en casa muere; sólo quedamos vos y yo. ¡Bah! ¡bah! dijo Montiño guardando en los bolsillos de sus gregüescos la carta de su hermano , no nos aflijamos antes de tiempo; vuestro tío Pedro ha estado dos veces á la muerte, y una de ellas oleado y con el rostro cubierto. Pero á la tercera va la vencida dijo el joven. A la tercera...

No hay cosa en todos nuestros cuerpos que no haya sido otra cosa y no tenga historia; verbi gratia: bien ve vuestra merced esta ropilla; pues primero fue gregüescos, nieta de una capa y biznieta de un capuz, que fué en su principio, y ahora espera salir para soletas y otras muchas cosas.

Pero cata aquí que el padre, que es un Condazo muy serio, con su gorguera de encajes que parece un sol, gran talabarte de pieles y unos gregüescos como dos colchones, quiere que se case con Don Gaspar Hinojosa, Afán de Rivera, etc., etc., etc., que es Contralor, hijo del Virrey de Nápoles, y Secretario del general qué yo cuántos, que ha tomado á Amberes, Ostende, Maestrich ú otra plaza cualquiera.

Verbi gratia: bien ve V. Md. -dijo- esta ropilla; pues primero fue gregüescos, nieta de una capa y bisnieta de un capuz, que fue en su principio, y ahora espera salir para soletas y otras cosas.

Morsamor, ataviado con esmero y elegancia, parecía más joven y más gentil que nunca. De su cinto, bordado de oro, pendían la espada, la daga y la primorosa escarcela; coleto de finísimo ante, lleno de prolijas labores, cubría su pecho y sus espaldas. Las mangas acuchilladas, así como los gregüescos eran de blanco raso.

Entró, pues, Congosto, seguido de cinco de los suyos, escogidos entre los más granados, atravesó el salón de corte, y al encarar con los de la Regencia hizo una profunda cortesía, irguiose después, paseó su orgullosa vista de un confín a otro de la sala, metió la mano en el bolsillo de los gregüescos y con gran sorpresa de todos los que le veíamos, sacó unos anteojos de gruesa armadura, que se caló sobre la martilluda nariz.

Para que nada falte, hasta los cactus, caterva de repugnantes bufones, se engalanan con gorritos de vistosas plumas; otros se ponen gregüescos amarillos, y algunos se encargan vestidos completos de Mefistófeles, como estudiantes en Carnaval, y tienen el descaro de vestir con ellos sus ventrudos cuerpos.

Sois un oro... ¿Os habéis vestido ya? Atácome las calzas... Voy á preparar el almuerzo. ¿Quién es esta mujer? dijo Montiño. No lo dijo Quevedo encajándose los gregüescos. ¿Qué, no lo sabéis, y os metéis en su casa como en una posada, y la tratáis con una lisura que mete miedo? Tratándose de esta mujer, cuanto más miro menos veo.

Antes de entrar en ella, sacó á bulto de uno de los anchos bolsillos de sus gregüescos uno de los estuches más pequeños, y le abrió. Contenía una gruesa sortija de oro con un grueso diamante. Puede que valga esta joya... pediré mil doblones, y ya veremos.

Palabra del Dia

ciencuenta

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