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Actualizado: 30 de junio de 2025


Lo grave y lóbrego de la situación en que había colocado á Ester y á Dimmesdale le abrumaban de tal modo, que decía de mismo que, durante el invierno citado, su espíritu había sido "un tegido de dolores." Hawthorne, á semejanza de Balzac, se aislaba mientras estaba escribiendo una novela; y puede decirse, sin exageración, que entonces apenas veía á nadie.

Tras éste pasó otro carro de la misma manera, con otro viejo entronizado; el cual, haciendo que el carro se detuviese, con voz no menos grave que el otro, dijo: -Yo soy el sabio Alquife, el grande amigo de Urganda la Desconocida. Y pasó adelante.

Es el maestro un afamado cocinero... ¡Y hay que ver lo grave y serio que se pone...! ¡No bromea...! ¡Oficia...! A la apertura del curso, hizo su entrada seguido de sus ayudantes; saludó, y, sin decir una sola palabra, comprobó el calor del horno; luego volvióse hacia nosotros y, apoyando las manos en la tribuna, es decir, sobre la mesa, principió: «Señoras y señores: hoy vamos a estudiar «el pollo a la Trevoux». Este plato fué descubierto por el famoso Birochon, en mil setecientos ochenta y dos; esta lumbrera de la Cocina francesa estuvo al servicio del duque de Brunswick...»

Si le dijeran que en el coro iban a dar un baile, se irritaría menos que cuando sabe que llevan en lenguas a doña Visita. El perrero calló un instante, como si dudase en soltar algo grave. Esa señora es muy buena. Todos los de palacio la quieren porque les habla dulcemente.

Vino el revisor, escuchó la proposición de la faz redonda y la halló un poco grave. Era comprometido para el maquinista y para él; ya les habían reprendido severamente por actos semejantes; el servicio se interrumpía; los viajeros se quejaban; se perdían algunos minutos... La mujer escanció un vaso de vino, y se llegó con él a reforzar los argumentos de su consorte. Negocio terminado.

Doy por cierto que en los quince años que ha vivido lejos de no se ha lavado una vez sola ni siquiera las manos. ATENAIS. Ese grave defecto tiene el espiritualismo o misticismo, que ahora priva y cunde. Parece que las virtudes a la moda exigen que sean puercos los virtuosos.

Mario hallaba en él un hombre grave, pero dulce, afectuoso, de una cortesía exquisita. Apenas se le sentía en la casa. Sin embargo, D.ª Carolina, a quien trasmitía sus órdenes, estaba siempre pendiente de ellas, y no daba jamás un paso sin consultarle y pedirle la venia.

Una mañana, estando en la biblioteca de su padre, que era donde se veían en los ratos que aquél faltaba de allí, dijo a Pepe, empleando su lenguaje ligero y franco, entonces más franco que nunca: Tengo que decirte una cosa muy grave. ¿Qué? He hecho un descubrimiento: que no me quieres y que yo te quiero mucho más de lo que me figuraba. No te entiendo.

Demasiado grave, demasiado triste era que el homicida se fuera impugne; pero más triste y más grave era que otra persona pagara su crimen. Aquel amor a la justicia, aquella sed de verdad que había animado a la víctima, ¿no se sentirían descontentos y ofendidos por el triunfo de la mentira? ¿No era, por consiguiente, deber suyo confundir esa mentira?

¿Qué pensaba Marta en aquel instante, con la mirada clavada en el mar, grave, inmóvil y pálida como una estatua? ¿Qué negros fantasmas surgían ante ella de lo profundo de las aguas para trazar en su cándida frente las profundas arrugas de que estaba surcada? ¿Qué funestos secretos le soplaba la brisa en el oído?

Palabra del Dia

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