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Actualizado: 30 de junio de 2025


Los corsos no se ocupaban absolutamente nada más que de su servicio; considerábanse como funcionarios, y pasaban todo el día en la cocina jugando siempre largas partidas de scopa, sin interrumpirlas más que para volver a encender las pipas con aire grave, y para picar en la palma de las manos grandes hojas de tabaco verde con las tijeras...

Un día en que, vestida de seda, y deslumbrando a todos con sus joyas, cubierta con una magnífica mantilla de encajes, entraba en casa de la duquesa, se encontró allí con el padre de esta, el marqués de Elda, y con el obispo de... El marqués era un anciano grave, de los más chapados a la antigua. Era por los cuatro costados español, católico y realista neto.

Entonces dijo Ido, fatigado de aquel relato incoherente, y de aquel vocabulario grotesco , recogió usted a ese precioso niño... Buscaba Ido la novela dentro de aquella gárrula página contemporánea; pero Izquierdo, como hombre de más seso, despreciaba la novela para volver a la grave historia.

Celinina abrió los ojos, que ya parecían cerrados para siempre; miró á su padre, y con la mirada tan sólo y un grave murmullo que no parecía venir ya de lenguas de este mundo, pidió á su padre lo que éste no había querido traerle.

Eran por lo demás viejas escopetas que de seguro habrían herido al primero que hubiese querido servirse de ellas. ¡Bueno! decía un valenton; si quieren que nos alzemos, ¡adelante! Pero el valenton fué sacudido á golpes y á puñetazos, pellizcado por las mujeres como si fuese el propietario de las escopetas. En la Hermita la cosa ya fué más grave si bien metió menos ruido y eso que hubo tiros.

¿Quién está ahí? gritó una voz, cuyo timbre grave y poderoso había creído oír a menudo, en mis desvelos como en mis sueños. Una sombra apareció en el umbral: era él. Nubes rojas flotaron delante de mis ojos. Me pareció que mis pies habían echado raíces en el suelo. Respiraba con dificultad y me apoyé en el pilar de la escalera.

Mabel, la dulce y bondadosa niña que yo tanto amaba, y cuyo porvenir había sido depositado en mis manos, había cometido el grave y triste error, como otras tantas niñas, de enamorarse de un hombre vulgar, torpe y muy inferior a ella.

Liette le escuchaba muy grave y llena de aflicción y de sorpresa. ¿Cómo había el notario adivinado su secreto? ¿Cómo olvidaba la reserva y la delicadeza de su carácter y de su profesión hasta hacer aquella alusión ofensiva?...

Diciendo esto tomó la mano de su madre entre las dos suyas y fijó en su rostro las miradas con una expresión grave y reposada, poco común en su inquieto y caprichoso carácter.

No tengo hijos, o más bien dicho, no si los tengo, porque, si lo supiera a ciencia cierta, no los negaría como padre; pero en la duda, bien sabes que es mejor abstenerse, porque esto de tomar como propias las obras de otros, es un poco grave. Y yo huyo del ridículo sobre todo.

Palabra del Dia

malignas

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