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Un día en que, vestida de seda, y deslumbrando a todos con sus joyas, cubierta con una magnífica mantilla de encajes, entraba en casa de la duquesa, se encontró allí con el padre de esta, el marqués de Elda, y con el obispo de... El marqués era un anciano grave, de los más chapados a la antigua. Era por los cuatro costados español, católico y realista neto.

Los caballos, magníficos; vistosos, los arreos. Los rayos del sol refulgente herían el bruñido acero de las armas, las joyas, los metales preciosos y los áureos bordados, deslumbrando todo la vista con fúlgidos destellos. El Rey llevaba aquel día el bonete y el estoque de honor, que le había regalado el Padre Santo y que sólo sacaba en las más solemnes ocasiones.

Y alguna, quizás, de esas preciosas mujeres que como en un relámpago pasaban en sus coches lujosos, deslumbrando mi vista, estaba destinada a apartarse conmigo, allá, a una casita lejana, en cuyo umbral modesto irían a morir sin rumores las olas tempestuosas que me azotaran en las horas de lucha.

Yo te saludo con el alma extática, Que siempre fué por tu esplendor fanática Queriendo verte ondear en el confín. Rotos los lazos de la unión política, Bendícete mi patria en la hora crítica como al emblema de un amor sin fin... Ved la otra que se ostenta dominante Llena de juventud y de vigor, Y porque es ella fuerte va delante Deslumbrando con su áurico fulgor.

Sobre los arcos se tendió una cornisa general, y en esta se apoyaron, cruzándose en el espacio y deslumbrando con sus colores y dorados, como fuegos de artificio cuyas curvas se cruzan en el domo sombrío del estrellado firmamento, los arcos de segmentos que forman la elegante y estraña cúpula morisca.

¡Ah!... Ya estaba allí, de pie en el esquife, apoyado en larga espada, el escudo embrazado, cubierto el pecho de escamas de acero, irguiendo su arrogante figura de buen mozo festejado por toda la aristocracia de Europa, y deslumbrando de cabeza a pies, cual un pescado de plata envuelto en seda. Silencio absoluto; aquello parecía una iglesia.

Al frente, la rue Royale, deslumbrando y bañada por las ondas de un poderoso foco de luz eléctrica que irradia desde la esquina de la Magdalena. A la derecha, los jardines de las Tullerías, claros como en medio del día, con sus juegos de agua y las estatuas con animación vital bajo el reflejo. Un muchacho se me acerca: Pour un sou, Monsieur, la Marseillaise, avec des nouveaux couplets.

La joven se moría de placer deslumbrando de este modo, haciendo padecer a sus envidiosas conocidas. Porque el Duque no se ocultaba para prodigarle mil atenciones galantes, ni ella para ostentar un grado de confianza con él superior al de los demás de la familia. Gonzalo había observado, con secreto disgusto, aquella intimidad.

Anduvo dando vueltas de un lado para otro, charlando sin cesar alegremente, y deslumbrando a todo el mundo, como siempre, con su proverbial elegancia, esperando con impaciencia la terminación del baile y la salida de las jóvenes.

¡Lleven y compren! mugía otro . ¡Aire!... ¡Marchen, marchen! Entre la miseria sórdida y gris acumulada en los puestos de las aceras brillaba de pronto un fulgor, deslumbrando a los curiosos.