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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Al frente, la rue Royale, deslumbrando y bañada por las ondas de un poderoso foco de luz eléctrica que irradia desde la esquina de la Magdalena. A la derecha, los jardines de las Tullerías, claros como en medio del día, con sus juegos de agua y las estatuas con animación vital bajo el reflejo. Un muchacho se me acerca: Pour un sou, Monsieur, la Marseillaise, avec des nouveaux couplets.

«Il y a un quatrième élément qui arrive, ce sont les barbares, ce sont des hordes nouvelles, qui viennent se jeter dans la société antique avec une compléte fraîcheur de moeurs, d'âme et d'esprit; qui n'ont rien fait, qui sont prêts

Mi mujer se habia quedado algo detrás, mientras que una ramera que estaba de acecho en la calle de Montmorency se dirigió hácia como una exhalacion, volcánicamente, y me dijo con la mayor dulzura: voulez-vous venir avec moi? ¿Quiere usted venirse conmigo? Mi mujer asomaba en este instante. Yo contesté á mi invasora: parlez avec madame s'il vous plaît.

Doña Luz andaba estudiando y comparando cómo aquellos dos autores habían puesto en acción dramática la misma sentencia: No hay burlas con el amor y On ne badine pas avec l'amour. No la impulsaba a este estudio la mera afición especulativa a la crítica literaria, sino un caso práctico, que hacía poco más de dos meses que se había presentado y que le interesaba bastante.

Palabra del Dia

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