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Actualizado: 17 de mayo de 2025
A que resultara grata la permanencia en Saludes contribuía mucho el director facultativo, hombre de treinta o pocos más años, simpático, muy inteligente, y en quien se daban reunidas raras circunstancias y envidiables prendas. El doctor Ruiloz era el primogénito de un banquero, socio principal de la casa Ruiloz y Compañía, de Madrid.
Don Acisclo traía una carta ya abierta en la mano, y la agitaba con vivas muestras de satisfacción y de júbilo. El Padre Enrique ¿Qué hay? ¿Qué dice esa carta? ¿Qué grata novedad contiene? D. Acisclo, ¿le ha caído a V. la lotería? preguntó doña Luz. Mejor que eso, hija, mejor que eso contestó el interrogado . Lee tú misma y entérate y entregó la carta a doña Luz.
Por consiguiente no era dado a tomar en broma familiar las cosas que a veces, a los demás, a los que vivimos reducidos a un nivel normal humano, nos proporcionan esa frívola, pero grata impresión que hace reír.
Resultaba, pues, que el Comendador, salvo á las horas de las tres comidas, y un rato de noche, cuando había tertulia, á la cual no faltaba jamás D. Carlos de Atienza, se hallaba en una grata y apacible soledad, no interrumpida sino por la rubia sobrina, la cual le buscaba siempre, preguntándole qué había de nuevo respecto á Clara.
«Bendito seas, Dios mío pensaba para sí , pues me has permitido cumplir una obra buena, grata a tus ojos. He encontrado en los Pazos, hace un año, el vicio, el escándalo, la grosería y todas las malas pasiones; y vuelvo trayendo el matrimonio cristiano, las virtudes del hogar consagrado por ti. Yo, yo he sido el agente de que te has valido para tan santa obra.... Dios mío, gracias».
Durante la lectura de las últimas páginas de La sima nos forjamos por algunos momentos la grata ilusión de que Ramona, en medio de su abandono, iba a hallar un noble valedor en el torero: alguien que la protegiese sin exigirle brutalmente la paga; pero, como ya queda indicado, esta ilusión se desvanece pronto. El torero no es mejor que los demás seres de nuestra especie.
¡Ay! no diga usted tales cosas exclamó ella, juntando las manos. Perdóneme usted, señora: no sé lo que me digo. A pesar de todo, usted me consuela, y hallo en su presencia no sé que grata expansión. No podré nunca olvidar que sólo usted se atrevió á defenderme cuando todos me acusaban. Al decir esto, Lázaro no pudo menos de advertir que la santa dejó caer pesadamente los brazos, y miró al cielo.
Hasta que el diálogo tomó otro giro, estuvo como una estatua, fijos en Miquis los ojos: «Oyes. ¿Sabes que te me estás pareciendo a la pantera del Retiro? ¿Por qué me miras así y no dices nada? Pues bien: mi suegro, que es notario de la casa de Aransis, vendrá a hablarte; te anuncio esa grata visita.
Me inclinaré sobre tu boca pura Y te daré consejos de ternura En el ignoto idioma del amor; Y mis palabras bajarán á tu alma Cual en noches de estío, en grata calma Se inocula el rocío entre la flor.
Pero ya su vejez y la indisoluble sociedad moral con Doña Paca la imposibilitaban para el comercio. Insistió la buena mujer en abandonar la grata tertulia, y cuando se levantó para despedirse cayósele el lápiz que le había dado D. Carlos, y al intentar recogerlo del suelo, cayósele también la agenda.
Palabra del Dia
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