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Eran estos dos libros Tratado de la tribulación, de fray Pedro de Ribadeneyra, y La conquista del reino de Dios, de fray Juan de los Angeles. Serafina dio a entender a don Andrés que su ama tenía grandísima curiosidad de saber quién había apaleado a Antoñuelo y por qué motivo.

O bien nos parecemos á aquel caballero de Nápoles que sostenía que si la Gruta azul estuviese en Francia le habrían abierto grandísima entrada, sin pensar que con mayor abertura hubiera desaparecido todo el maravilloso encanto de la gruta, casi únicamente iluminada por los rayos del sol que surgen refractados del seno azul del mar diáfano.

Iba asimismo en la nave un piadoso y entusiasta misionero franciscano, cuyo nombre era Fray Juan de Santarén. Grandísima gana llevaba este de difundir la luz del Evangelio, de convertir idólatras y mahometanos y de bautizarlos a centenares.

-Así es como dices -dijo don Quijote-, porque el librillo de memoria donde yo la escribí le hallé en mi poder a cabo de dos días de tu partida, lo cual me causó grandísima pena, por no saber lo que habías de hacer cuando te vieses sin carta, y creí siempre que te volvieras desde el lugar donde la echaras menos.

«¿Qué tienes, mujerle dijo Belén, alzándole a viva fuerza la cabeza. La pecadora no contestó nada; mas la otra pudo observar que su rostro estaba tan bañado en lágrimas como si le hubiesen echado por la frente un cubo de agua, y sus ojos encendidos y aquella grandísima humedad igualaban el rostro de Mauricia al de la Magdalena; así al menos lo vio Belén.

Mi amigo y señor: quedan en ejecución y serán cumplidas conforme a los deseos de usted, las órdenes que se sirvió darme en su favorecida carta última, lo propio que lo han sido ya las que me ha ido comunicando en sus tres gratas anteriores, «en previsión», como usted decía, «de lo que pudiera suceder el día menos pensado». La noticia de que, al cabo, sucederá con entera certidumbre y en fecha no lejana, que también me fija usted, me ha servido de grandísima satisfacción.

Esto lo dijo dirigiéndose al joven que antes he mencionado. Señora repuso este desplegando para sonreír toda su boca, que era grandísima ; a fe de jurisconsulto diré a usted que aún puede arreglarse. Hablemos con franqueza. Estoy acostumbrado a presenciar lances muy chuscos en mi carrera y nada me asusta. ¿Ha habido noviazgo?

Desde Santurroriaga me mandó a pedir ciertos papeles: su fe de bautismo, las partidas de muerto de sus padres... qué yo, algunos documentos tenía ella...; yo no estuve delante si le dijeron los latines, ni fui padrino; ¡y la grandísima necia descastada, viene luego a Madrid, recoge cuatro trastos de mi casa; y abur! Yo no he de pedirle ni agua, ni quiero meterme en su vida privada.

Yo te lo enseñaré, grandísima yegua... yo te lo enseñaré. D. Jaime, viéndole algo más sosegado, fue a coger el sombrero que tenía sobre una silla, y se dispuso a irse. Tomás, mirándole con inquietud, le dijo: Pierde cuidado, Jaime... A ésta ya la curaré yo de su enfermedad... ¡Mira, tengo allí las medicinas! Y apuntaba a un rincón de la sala, donde estaban arrimados unos cuantos garrotes.

Debemos añadir que María, a pesar de vivir tan fuera del elemento común en que todos vivimos, mostraba casi siempre buen sentido y sabía apreciar sesudamente las cosas de la vida, como se ha visto en los consejos que daba a Celipín. La grandísima valía de su alma explica esto.