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Actualizado: 28 de julio de 2025
Las rayas trazadas sobre el madero por el filo del hacha le parecían una página histórica. Las pesas subían y bajaban golpeando el mostrador duro, y de mano en mano iba pasando el sustento de todo el barrio, aquí pobre y esquilmado, allá rico y sustancioso.
Cuando se retiró de la ventana vio a Feli revolviéndose en el suelo, rugiendo con una expresión espantable que crispaba los nervios, llena la boca de espuma que se coloreaba de rojo con la sangre de la lengua. Las convulsiones la habían hecho caer de la cama, golpeando el suelo con su vientre. El joven tuvo que realizar grandes esfuerzos para subirla y sujetarla, evitando que rodase otra vez.
Así, pues, siempre mis buenas intenciones son objeto de insultos me dije, y salí golpeando violentamente la puerta detrás de mí. Toda esa noche, loca de mí, me la pasé despierta hasta el amanecer, representándome la manera cómo yo, Olga Bremer, habría procedido en el lugar de uno y otro.
Pero ha habido un robo. ¿Qué prueba tienen ustedes de eso? preguntó, levantando sus cejas encanecidas y golpeando la mesa con su pluma. Si pueden ustedes demostrarme que se ha cometido un robo, entonces pondré en movimiento las varias influencias bajo mi mando. Por el contrario, ustedes sólo sospechan que esa bolsita, cuyo contenido se ignora, ha sido robada.
Una tropa de niños con fusiles de latón daba la vuelta al buque, golpeando el húmedo entarimado con marciales patadas. Eran rubios, morenos o bronceados, mostrando en la variedad de sus tipos la amalgama étnica del continente americano, en el que sus padres les habían hecho nacer.
El señor escribió una carta; pero no la dejó en casa. ¿Pues dónde, hombre de Dios, dónde? La dejó a D. Felicísimo Carnicero. ¡Bendito Dios! exclamó D. Benigno, golpeando en el suelo con un pie . ¿Y a usted no le dejó recado verbal para mí? ¿Para el Sr. de Cordero? Sí señor. Me dijo que D. Felicísimo enteraría a usted del motivo de su viaje y le daría una carta.
Los lobos, que permanecían sentados, le oían como personas que prestan atención. El mayor de ellos comenzó a aullar, y Yégof le dijo: ¡Tú tienes hambre, Sarimar! ¡Alégrate, alégrate, pues la carne no va a faltar en mucho tiempo; los nuestros están al llegar, y la batalla va a empezar de nuevo. Después se levantó y, golpeando una piedra con el cetro, dijo: ¡Aquí están tus huesos!
Intentó el príncipe cerrarla el paso cruzando su caballo en el camino, y ella lanzó el suyo contra el de Miguel con un impulso que hizo doblar las patas delanteras de las dos bestias. Toledo, que iba detrás, vió que mediaban entre ambos miradas iracundas acompañadas de duras palabras. Alicia levantó su latiguillo, golpeando al príncipe en un hombro. ¡A mí!... ¡A mí!
Es vino de la Rioja solían decir en broma, al llegar a los pueblos golpeando los toneles, y el alcalde y el secretario cómplices los dejaban pasar. También solían cargar en carros, que cubrían de tejas, plomo en lingotes, que había de servir para fundir balas. La alusión a la guerra próxima se notaba en una porción de indicios y señales.
Vistos de espaldas, conservaban la esbeltez vigorosa de la juventud... Pero marchaban en fila, agarrados del brazo, los ojos perdidos en la noche, golpeando las losas con un palo que había venido á reemplazar el perdido sable y les acompañaría hasta su muerte.
Palabra del Dia
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