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Actualizado: 6 de junio de 2025


Elena le tomó ambas manos, murmurando palabras de agradecimiento. Torrebianca, aunque conmovido por esta generosidad, insistía en no aceptarla; pero el español cortó sus protestas. Vine á París con dinero para seis meses, y me iré á las cuatro semanas; eso es todo.

No tenía poca parte en esto la generosidad de la procesada y su prontitud obsequiosa en remunerar cuantos servicios se le hacían. Lo peor de esto era que el dinero, mermado velozmente de día en día, marchaba a su completa extinción y acabamiento.

No hay en generosidad, más hay afecto. Pues bien: si somos hermanos, podemos hablar con franqueza. Yo la observaba y vi que su frente se había serenado. , hablemos con franqueza la dije. Pues bien: he amado a un hombre. ¿A un hombre digno de ti? ¿Digno de ! ¡digno de ser adorado, digno de una felicidad que le ha negado Dios! ¿Joven? Joven y hermoso. ¿Y él te amaba?

En seguida vino el excogitar procedimiento; y respecto de éste, don Juan comprendió que se le imponían la dulzura y la generosidad, casi la piedad y la largueza. Era preciso portarse del modo que causase en ella el menor daño posible: se había hecho acreedora a todo miramiento.

Este proceder tan digno, le obligaba a él a usar de generosidad, no mentando en la conversación el nombre de la infiel, que en sus labios sólo podía ir acompañado de un epíteto injurioso. Pablito no se los escatimaba. Pero él comprendía muy bien que no debía seguirle. Mira, mañana a primera hora, te vas a Sarrió y llevas unas cartas que yo te daré, a Alvaro y don Rudesindo.

»Fiamma, admirada, llevó la felicidad a su familia, y después, gracias a la generosidad de Carlos, se había casado con Bautista, su prometido, cuya fortuna había hecho y que era entonces uno de los hortelanos de Sorrento más diestros y trabajadores.

Y declaro como fiel y obediente vasallo de Su Majestad Imperial el señor Carlos V, por quien derramaré desinteresadamente hasta la primera gota de mi sangre, que no sigo en el partido si Su Majestad no lo firma. Mal pudiera oponerse la Junta a tanta generosidad.

Cuando nos conocimos habitaba un departamento amueblado en la calle de Astorg y vivía decentemente con restos de su dote, que el marido le había devuelto con una generosidad digna de aprecio, dado el trato poco halagador á que su mujer le había sometido.

No hay buena fe, no hay amistad, no hay gratitud, no hay generosidad, no hay virtud sobre la tierra; todo es egoismo, miras interesadas, perfidias, traicion, mentira. Para tanto padecer, ¿porqué se nos ha dado la vida? ¿dónde está la Providencia, dónde la justicia de Dios? dónde?....»

Tendría que suprimir los cigarros de la Habana, que repartía pródigamente, y los vinos andaluces de precios caros; tendría que contener su generosidad de gran señor, y no gritar más «¡Todo está pagadoen cafés y tabernas, ímpetu generoso de hombre acostumbrado a desafiar la muerte, que le hacía convertir su vida en un derroche loco; tendría que licenciar la tropa de parásitos y aduladores que pululaban en torno de él haciéndole reír con sus peticiones lloriqueantes; y cuando una hembra guapa de la clase popular viniese a él si es que llegaba alguna viéndole retirado , ya no lograría hacerla palidecer de emoción poniéndola en las orejas unos zarcillos de oro y perlas, ni se divertiría manchando de vino el rico pañuelo chinesco para sorprenderla después con otro mejor.

Palabra del Dia

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