Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 3 de julio de 2025
Mientras los niños jugaban con su madre en el campo, como pequeños salvajes, el enfermo tosía recluido en su dormitorio, detrás de los cristales, o se asomaba a la puerta buscando un rayo de sol. Por las noches, a altas horas, era la visita de la musa, enfermiza y melancólica, y sentado al piano improvisaba entre toses y gemidos su música, de una voluptuosidad amarga.
Ella consigue apoderarse de mis manos y las besa, murmurando entre gemidos: No lo dejes salir. Quiere matarse... quiere matarse... ¿Y por qué quieres matarte, hijo mío? pregunto. Si tienes sobre ella derechos más antiguos que los míos ¿por qué no los has hecho valer? ¿Por qué has engañado a tu mejor amigo? El se aprieta la frente con los puños y no dice una palabra.
Daba entratanto el miserable horrendos gemidos y suspiros maldiciendo su desventura y lamentándose desesperadamente.
Allí, cubierta la cara con las manos, desatada ya la trenza de sus cabellos, y en desorden la vestidura, continuó en sus sollozos y en sus gemidos. Así hubiera seguido largo tiempo, si no llega Antoñona. Antoñona la oyó gemir, antes de entrar y verla, y se precipitó en la sala. Cuando la vio tendida en el suelo, hizo Antoñona mil extremos de furor.
Además, yo tengo respeto a la familia y no quiero condenar a mi pobre mamá a andar errante por toda la eternidad, como en otro tiempo. Los gemidos de mamá son extremadamente penosos. Debieras estar acostumbrada sin embargo, Francisca. No pareces satisfecha más que cuando gime tu madre. A mi pobre mamá le gusta eso.
Creía oír aún los gemidos del mozuelo pataleando en la cubierta: «¡Yo no quiero morir! ¡Yo quiero ir a Buenos Aires!...». El vagabundo de los puertos tenía la misma ilusión que él y casi todos los que habitaban las cubiertas superiores. Dormitando entre los fardos y barricas de un muelle, había visto también a la diosa alada y sin cabeza; había sentido la caricia de la esperanza.
El domador era un verdadero canalla y pegaba al animal en los dedos de las patas, y el oso babeaba y gemía con unos gemidos ahogados. ¡Basta! ¡Basta! gritó un indiano que había estado en California. Porque tiene el oso atado hace eso dijo Martín , sino no lo haría. El domador se fijó en el muchacho y le lanzó una mirada de odio.
Miré detrás de mí instintivamente. Una sombra negra, una especie de larva, quedaba tendida sobre el pavimento. Se retorcía con dolorosas contracciones, lo mismo que un reptil partido en dos. Salían gemidos é insultos de este paquete humano que intentaba elevarse sobre sus brazos, arrastrando las piernas rotas. ¡Brutos!... ¡Me han matado! Pero instantáneamente dejé de verle.
Llenose el aire de deseos torpes, de citas culpables, de hedor de riqueza mal ganada, de gemidos de tristes faltos de consuelo, de llanto de pobres olvidados. Viento de pavor heló los corazones. Allí fue el rechinar de dientes y el crujir de huesos de que habla la Escritura.
La viuda ocultó la cara entre las manos y lanzó un par de gemidos; su prole, sin cambiar de postura, miraba impasible la escena. Como no había sillas en la casa, excusado es decir que el duelo permaneció de pie. Una de las mujeres de él, la más autorizada por su vecindad y conexiones con aquella familia, se adelantó un paso á las demás personas de la comitiva.
Palabra del Dia
Otros Mirando