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Actualizado: 6 de mayo de 2025


El capitán era el jefe del combate, el hombre de espada, el primero de todos en presencia de una nave hostil o de una costa abordable; pero en pleno mar obedecía, lo mismo que los demás, al grave piloto, agorero personaje que examinaba el color de las aguas, el vuelo de las gaviotas, la intensidad de los vientos, los tintes del alba y las nubes sangrientas de la puesta del sol.

Los días de fuerte viento todo él se tornaba de un verde terroso y opaco, formando olas cortas y continuas, con una leve espuma amarillenta. Los buques empezaban á bailar, chirriando bajo el tirón de bus amarras. Entre sus cascos y la superficie vertical de los muelles se formaban montones de basura inquieta, mordida abajo por los peces y picoteada arriba por las gaviotas.

Cuando los bañados se encuentran enteramente secos, esta numerosa familia los abandonan para ir á tomar su asiento cerca de los rios; así es que las orillas del Mamoré se ven por todas partes animadas por multitud inmensa de pájaros ribereños: allí el tántalo, en bandadas de algunos millares, se pasea con mesurado andar sobre las partes fangosas, acompañado de la espátula rosada, ó de las garzas blancas; al paso que se ven los bancos de arena cubiertos de rayadores y de gaviotas, que hacen rezonar el aire con sus graznidos, si acierta á pasar por allí alguna embarcacion, á la que persiguen unidos con los chotacabras, temorosos acaso de que los navegantes les destruyan sus nidales.

Tenían que pasar primaveras, veranos e inviernos en aquella cárcel flotante, siempre a la vista de un mar gris, de unos pantanos llenos de fango, sin más comunicación con el mundo exterior que el ruido de las olas y el grito áspero de las gaviotas y de los patos salvajes.

Los navios grandes pueden entrar hasta ponerse detras de las islas, en donde en bajamar se hallan 13 y 14 brazas. El fondo es bueno, de barro negro, mezclado con arenilla muy fina. Los vientos aquí, aunque soplan con fuerza, no levantan marejada, por estar todo el puerto cubierto con la tierra. Hay dentro dos islas, que valen en pleamar, y en ellas muchas gaviotas.

Una luz misteriosa, mezcla de oro de sol y azul acuático, filtrábase por las rendijas, temblando en la blancura de las paredes. Las gaviotas chillaban afuera, y pasando ante las ventanas con aleteo juguetón trazaban rápidas sombras en el muro.

¡El vértigo! luégo nada; insensible, muda, inerte, un letargo que á la muerte se pudiera comparar, la domina, y cuando vuelve en , con asombro toca un dentellon de la roca, á donde la echó la mar. El sol brilla en el Oriente, y la azul onda serena se rompe en la blanca arena con dulce cadente són; y graznan las gaviotas, sus blancas alas mojando, la abrupta base rozando del solitario peñon.

Piedra no falta, y casi toda parece ser de ostriones convertidos en piedra, de la cual se puede hacer buena cal. Tambien al sur del puerto se halla en los cerros espejuelos para hacer yeso. Hay en este puerto abundancia de pescado, semejante al bacallao: hay aves marítimas, como gaviotas, pájaroniño, patos, &a., y en tierra se hallan avestruces, guanacos, vicuñas, quirquinchos y zorrillos.

En la parte donde no llegaba el agua se amontonaban excrementos de pájaros, huesos de gaviotas y plumas; cerca de la proa, desencuadernada, deshecha y humedecida por la marea, las tablas se hallaban cubiertas de algas y de fucos y resbaladizas como una cucaña.

El pianista veía los puertos solitarios de los países históricos y muertos, con sus rondas de gaviotas sobre la tranquila copa azul; las bahías gigantescas llenas de humo y actividad de la América del Norte; las riberas antillanas, con sus bosques de cocoteros, negros sobre un cielo enrojecido por el ocaso; las islas del Pacífico, de duro coral, formando un anillo en torno de un lago interior... ¡Y aquel mago omnipotente confesaba la pérdida de sus riquezas!...

Palabra del Dia

ciencuenta

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