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Y depositando en tierra el puchero, sentose con toda su familia en torno de él. Era una comida extraordinaria. El tufillo de los garbanzos despertaba cierta emoción en la gañanía, haciendo converger muchas miradas de envidia en el grupo de los gitanos. Zarandilla interpelaba a la vieja burlonamente.

Así daba él perlas finísimas de Oriente al precio de los garbanzos de Castilla; puñalitos de Damasco y relojes de oro, más baratos que las navajas de Albacete y las coberteras de hojalata.

Los vecinos del pueblo, que miraban con afición al comandante, o más bien al comendante, que era como le llamaban, y que al mismo tiempo conocían sus apuros, hacían cuanto podía para aliviarlos. No se hacía matanza en casa alguna sin que se le enviase su provisión de tocino y morcillas. En tiempo de la recolección, un labrador le enviaba trigo, otro garbanzos; otros le contribuían con su porción de miel o de aceite. Las mujeres le regalaban los frutos del corral; de modo que su beata patrona tenía siempre la despensa bien provista, gracias a la benevolencia general que inspiraba don Modesto; el cual, de índole correspondiente a su nombre, lejos de envanecerse de tantos favores, solía decir que la Providencia estaba en todas partes, pero que su cuartel general era Villamar. Bien es verdad que él sabía corresponder a tantos favores, siendo con todos por extremo servicial y complaciente. Levantábase con el sol, y lo primero que hacía era ayudar a misa al cura. Una vecina le hacía un encargo, otra le pedía una carta para un hijo soldado; otra, que le cuidase los chiquillos, mientras salía a una diligencia.

Y mi mamá compra los garbanzos por mayor: ayer compró tres libras; y por Navidad nos regalan pavos los señores que van a casa porque tienen pleitos; y yo tengo muchos vestidos, más de tres, y dos pares de botas, con las que tengo puestas y otro par que me harán para San Pedro, si le cae a papá la lotería; y mi papá es tan poderoso, que manda a la cárcel a todo el que quiere, u le manda ahorcar, como ya lo ha hecho otras veces; y si yo le dijera que metiera en la cárcel a una pegotona que yo , en seguida la metía.

Y roto el silencio respetuoso que imponía la presencia de Salvatierra, hablaron muchos a un tiempo, para expresar sus dolores y sus cóleras. La comida era cada vez peor: los ricos abusaban de su fuerza, de aquel miedo que habían infundido y propalado. Únicamente en la época de la trilla les daban un guiso de garbanzos: el resto del año pan, sólo pan, y en muchos sitios, tasado.

ROPA VIEJA. Se corta muy menudita la carne, tocino, chorizo y se machacan los garbanzos, que es todo lo del cocido, haciendo de todo ello una pasta, que se liga con huevo batido. Se unta un molde con manteca o mantequilla y se mete al horno. Cuando está dorado se vuelve el molde a un plato, y se adorna con huevos duros y aceitunas.

También le cultivaba la memoria, descargándosela de fárrago inútil, y le hacía ver claros los problemas de aritmética elemental, valiéndose de garbanzos o judías, pues de otro modo no andaba ella muy a gusto por aquellos derroteros.

La tempestad arrecia, y el Almirante hace traer tantos garbanzos como personas van en la carabela; señala uno con un cuchillo, y revolviéndolos en su bonete, invita a la chusma a meter la mano. El que saque el garbanzo marcado con una cruz irá de romero a Santa María de Guadalupe llevando un cirio de cinco libras... Y es el Almirante el que saca el garbanzo.

Ved un modelo de operación epistolar: «Señor: Los garbanzos baten el record con Vedrines: se hallan en estos momentos a dos mil metros de mi estómago desalquilado. ¿No le parece a usted una absurda paradoja que los garbanzos vuelen? Para hacerlos aterrizar necesito que usted me tienda un cable de catorce reales...»

El labrador está contento, y espera pagar la contribución, los intereses del préstamo que le hizo el judío de la localidad; comprar aperos nuevos, remendar la casa, regalarse por San Juan, y aun guardar en el bolso tal cual pieza de á cinco duros para lo que pueda sobrevenir. Escarda los trigos y los garbanzos, las lechugas, las habas; aporca las patatas, y todas las siembras de primavera.