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Actualizado: 27 de julio de 2025


Juanita no ha embarnecido. Está gallarda y bonita como siempre. Se viste de seda, sin que el padre Anselmo la censure en sus sermones, y parece una princesa encantada, pues no pasan días por ella. Tampoco envejece don Paco, porque la felicidad mantiene, conserva y hasta remoza, y él es feliz de veras. El pobre don Alvaro de Roldan es el que está muy averiado.

Esta moza, que muestra desnuda la espalda, ambos pies, el brazo y parte de la pierna izquierda, es quizás la más gallarda figura de mujer que pintó Velázquez. En ella parecen haberse refugiado toda la lozanía, gracia y vigor que se echa de menos en los cuerpos enclenques y los rostros paliduchos de las infantas y las reinas.

En aquel momento, el joven cortesano lo encontraba todo bello. Sus labios iban constantemente plegados con una sonrisa feliz. La iglesia era más gallarda que la de Riofrío, muy bien enjalbegadita. Estaba asentada sobre un descanso que hacía la falda de la montaña: detrás tenía por escolta un vasto y hermoso castañar en declive.

Apenas se acomodaron todos de nuevo, D. Peregrín, que hasta entonces se había mantenido dentro de una locuacidad ordinaria, estimulado por la presencia de D.ª Teodora, quiso dar gallarda muestra de sus maravillosas aptitudes para amenizar cualquier tertulia.

Saltó Cupido dentro de la casa y le siguió el joven, esforzándose por mostrar una gallarda soltura. Realmente no se dio cuenta de cómo entró.

Traía de la mano a una doncella, al parecer de hasta diez y seis años, vestida de camino, tan bizarra, tan hermosa y tan gallarda que a todos puso en admiración su vista; de suerte que, a no haber visto a Dorotea y a Luscinda y Zoraida, que en la venta estaban, creyeran que otra tal hermosura como la desta doncella difícilmente pudiera hallarse.

Sancho andaba mirando por la Dolorida, por ver qué rostro tenía sin las barbas, y si era tan hermosa sin ellas como su gallarda disposición prometía, pero dijéronle que, así como Clavileño bajó ardiendo por los aires y dio en el suelo, todo el escuadrón de las dueñas, con la Trifaldi, había desaparecido, y que ya iban rapadas y sin cañones.

Estaban los dos sentados junto a un velador cubierto con fina y blanca servilleta; cenaban con sendas medias botellas de Burdeos al lado, y llegaban al momento necesario de la expansión y las confidencias; Mesía melancólico, pasando a tragos la nostalgia de lo infinito, que también tienen los descreídos a su modo, inclinaba mustia la gallarda y fina cabeza de un rubio pálido, y parecía un poco más viejo que de ordinario.

Saltó tres o cuatro veces con gran facilidad; mas, queriendo, como es lógico, sobreponerse a sus compañeros y dar prueba gallarda de su destreza, afirma en tono desdeñoso que «aquello no vale nada» y que él es capaz de saltar la acequia volviéndose de espalda. Estas palabras fueron acogidas con respeto por sus colegas, pero también con un silencio que al capitán se le antojó dubitativo.

Yo te haré alguna seña con disimulo: de este modo irás siempre pisando en firme.... Todavía, antes de llegar a la puerta de la casa de Calderón, tuvo tiempo Castro para ampliar con otros valiosos datos esta gallarda muestra de su talento didascálico.

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