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Los galgos, en un momento, ¡zás, zás!, se las tragaban sin pestañear; lo mismo que si le echasen cartas á un buzón. Los jayanes comían lentamente, sin mostrar prisa. Así estuvieron varias horas.... ¿Y quién ganó? preguntaron varios al mismo tiempo, interesados por la estúpida apuesta. ¿Quién había de ganar? Los hombres.

Unos treinta contenían las perreras y no fué mal concierto de ladridos el que armaron al precipitarse en tropel perdigueros y lebreles, mastines, galgos, sabuesos y podencos, de todos tamaños y colores. Detrás de los monteros y pajes que con sus voces aumentaban la algazara, veíase al noble señor de Morel, que contemplaba sonriente aquel animado cuadro.

Y todo esto creerá quien supiere lo que me contó el mozo de Cabra, diciendo que él había visto meter en casa, recién venido, dos frisones y que a dos días salieron caballos ligeros, que volaban por los aires; y que vió meter mastines pesados, y a tres horas salir galgos corredores; y que una cuaresma topó muchos hombres, unos metiendo los pies, otros las manos, otros todo el cuerpo, en el portal de su casa, esto por muy gran rato, y mucha gente que venia a solo aquello de fuera; y preguntando un día que qué sería, porque Cabra se enojó de que se lo preguntase, respondió que los unos tenían sarna y los otros sabañones, y que en metiéndolos en aquella casa morían de hambre, de manera que no comían de allí adelante.

, , lo que es apariencia.... Pero vaya uno á fiarse en galgos de buena traza.... Dígame usted á lo que son ingleses. ¡Cada vez que recuerdo la legión que vino á Santander cuando la guerra civil!... Desengáñese usted: los ingleses son hombres sin religión, y está dicho todo.

Harto mejor sería que los que profesamos esta maldita servidumbre nos retirásemos a nuestras casas, y allí nos entretuviésemos en ejercicios más suaves, como si dijésemos, cazando o pescando; que, ¿qué escudero hay tan pobre en el mundo, a quien le falte un rocín, y un par de galgos, y una caña de pescar, con que entretenerse en su aldea?

En sus enfermedades no se mueven á compasión, antes los abandonan con increíble ingratitud y los dejan en manos de la hambre y enfermedad; cosa que ni aun con las bestias usan; y fuera muchas veces entre ellos mejor ser perro que hombre, porque de ellos se compadecen y quitan la comida de la boca para sustentar una tropa de galgos.

Si yo fuera el marido dijo don Cleofás , más los tuviera por gatos que por músicos. Agora te parecerán galgos dijo el Cojuelo , porque otro competidor de la sastra, con una gavilla de seis o siete, vienen sacando las espadas, y los Orfeos de la maesa, reparando la primera invasión con las guitarras, hacen una fuga de cuatro o cinco calles.

Maltrana, al llegar a la puerta, tenía que abrirse paso entre dos hermosos galgos de elegante delgadez y otros perros de lanas sucias y colgantes, feos, plagados de parásitos, pero que gozaban de una fama igual a la del amo, por sus sorprendentes habilidades. Dentro se hallaba el Mosco.

Que nos alcancen galgos ni las toninas siquiera... Pues toma más, ya que te gusta... ¡así! que no has de desarbolar por ello ni por otro tanto encima... Y eso que parece que te duele el aparejo, por lo que gime y se cimbrea y se tumba... ¡Ay, carape! que esto tiene su borrachera como el vino... ¡Si me dejara llevar de ella!... Pero, en fin, hasta las tres tablas, siquiera, que debemos... falta una... ¡Toma más, bebe más, que más puedes! ¡Vaya si puedes!... Hay que repetir la arribada con mayor energía... ¡Allá va!... ¡Ah, carape, que se me fue la mano!...

Tratábase de saber quién sería capaz de tragarse más sopas de leche, si los galgos enjutos é insaciables de uno de los contratistas ó los barrenadores de otro, muchachotes fornidos de Castilla, de estómago sin fondo, que nunca creían llegado el momento de levantarse de la mesa. Toda la gente desocupada del distrito acudió á presenciar el espectáculo.