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Actualizado: 21 de octubre de 2025


Mientras tanto, el ingeniero francés avanzaba entre los árboles con Elena ó se detenía para mostrarle los ejemplares más corpulentos. Esto no es el parque de Versalles, bella marquesa dijo imitando los ademanes galantes de otros siglos , pero representa, á pesar de su modestia, el gran interés que tiene un hombre en serle agradable.

Esto en cuanto a la política. En cuanto a tu casamiento, no debo negarte que tienes razón en desear para mujer propia una que tenga las prendas de que me hablas; pero ¿por qué no la buscas? ¿Ha de pasar ella casualmente delante de tus ojos? ¿Ha de abrir su espíritu al tuyo y ha de mostrarte que merece entrar en íntima comunión con él, sin que te tomes siquiera el trabajo de llamar a la puerta? ¿Vas a buscar acaso ese tesoro que necesitas entre las aventureras, entre las damas galantes, entre las mal casadas a quien enamoras?

Pero no sabes, amigo, que no se trata de aventuras galantes ni de amores a la ligera. Nada de rayos. La que amo es Luciana Grevillois, a la que conozco hace mucho tiempo; desde antes de la muerte de su padre, que falleció de repente, hace tres años, en el Observatorio, cuando estaba estudiando con su telescopio un eclipse de luna. Todos los periódicos hablaron de esto.

Y se puso a coquetear con el teniente, con el gallardo Fernando, que estaba en el balcón, de uniforme, al aire la rapada y morena cabeza, asediando a la niña con la media docena de palabritas galantes que tenía en su repertorio para los casos de conquista.

Le han hecho firmar un sinnúmero de tarjetas postales con «pensamientos» filosóficos y galantes para ellas y para todas sus amigas coleccionistas; le han sacado retratos con autógrafo, y ahora, terminada la explotación, no se acuerdan de él. Es un sabio de malas ideas. El abate las acapara a todas.

¿Qué enorme catástrofe de alma te engendró aquella gran sed, monstruosa y suicida? Una sirena encantadora cantaba en el fondo del vaso y no querías oír sino su voz emponzoñada de trágica Loreley. Y allí te esperaba la Muerte, la marioneta descarnada, todo blancura y piruetas, como la Colombina de tus fiestas galantes.

Los franceses trataban de política ó referian sus excursiones, riendo con llaneza y hablando ruidosamente y casi todos á un tiempo, pero siempre corteses, galantes y procurando agradar, por instinto y hábito.

La espada, que nunca abandonaba el caballero, no era un adorno inútil, sino servía de arma defensiva, habiendo escasa policía, y se manejaba con frecuencia en las luchas que se suscitaban. Las intrigas amorosas y las aventuras galantes daban repetidas ocasiones para esgrimirla sin descanso.

Fué que érais una mujer ansiosa del mundo, de las disipaciones, de los placeres, de los amores galantes; una hermosísima criatura, poca alma y muchos sentidos; poco corazón, poca cabeza, y mucha vanidad; desde mi encierro escribí por vos... dijéronme que habíais huído del convento. Vióme un comediante en ocasión de ensayar una farsa á las monjas. ¿Comediante fué? Galán. ¿Se llama? Gutiérrez. ¡Ah!

Al mismo tiempo, las aventuras galantes que los domingos solían correr les infundían la audacia y habilidad indispensables para apoderarse de los corazones femeninos. En este punto llevaban inmensa ventaja al piadoso Godofredo, que era todo candor, y que al acercarse a cualquier mujer se arrebolaba como una nube herida por el sol.

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