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Actualizado: 5 de junio de 2025


Y más abajo: «Cuando obligada fuí á anunciar á su majestad la reina que el rey deseaba verla, no encontré á la reina ni en su cámara, ni en su dormitorio, ni en su oratorio, y á la hora en que os escribo no dónde está su majestad.

Te desobedecí, fuí ingrato á tu amor, fuí sordo á tu llanto, y el cielo me castiga por aquella culpa. Pero que fuiste tan buena, tan paciente, tan generosa; que tanto sufriste, que tanto lloraste, madre de mi vida, madre de mi alma, perdonarás á tu hijo.

Cuando Sancho oyó las palabras de su amo, comenzó a llorar con la mayor ternura del mundo y a decille: -Señor, yo no por qué quiere vuestra merced acometer esta tan temerosa aventura: ahora es de noche, aquí no nos vee nadie, bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días; y, pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes; cuanto más, que yo he oído predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced bien conoce, que quien busca el peligro perece en él; así que, no es bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado hecho, donde no se puede escapar sino por milagro; y basta los que ha hecho el cielo con vuestra merced en librarle de ser manteado, como yo lo fui, y en sacarle vencedor, libre y salvo de entre tantos enemigos como acompañaban al difunto.

Quedó un momento pensativo con los ojos melancólicamente puestos en el vacío y luego añadió bajando más la voz: Hace algún tiempo fui a visitar a un amigo cuyo padre se había muerto. Estaba sumido en la desesperación: el llanto bañaba sus mejillas. Y no le faltaba motivo.

Fuí amigo de varios presidentes; á unos les he servido de bufón, á otros de consejero secreto. He redactado, á la vez, crónicas de vida elegante para las presidentas y proyectos de Constitución que sus graves maridos presentaban al pueblo como producto de nocturnas meditaciones. He huído de algunos de estos protectores, por miedo á que me fusilasen; sabía demasiados secretos.

Muy de madrugada fuí despertado, tomando después del indispensable chocolate, los duros asientos de una carromata tirada por dos pencos. Palo aquí y atasques allá, llegamos al cabo de hora y media á Magdalena, en donde mudamos de caballos, continuando hasta Majayjay, pueblo muy nombrado y conocido por tener en su jurisdicción la célebre cascada del Botocan.

Los que sienten la fe son los menos; los más, entran en el mundo eclesiástico porque ven la Iglesia todavía triunfante y dominadora en apariencia y creen que dentro de ella les aguarda una carrera prodigiosa... ¡Infelices! Yo también fui conducido al altar, entre música y gritos oratorios, como si marchase al triunfo.

Me instalé en un palacio de la avenida de los Campos Elíseos, y fuí terrible.

Todos los abogados jóvenes, que habían estudiado en Buenos Airea y despreciaban á los nativos, eran unos ignorantes. A no ser por estas plumas, doctor dijo Morales , el difunto tal vez me habría matado. Mire cómo fui yo el más ligero y le clavé por el vientre.

Aquí es... La señora entró. Tres hombres había en el escritorio: uno, muy rubio, montado a caballo sobre un banco alto, y dos, de barba, con los sombreros puestos, paseando. Y el rubio decía: Esta es la situación: yo fuí y le hablé claro al padre y le mostré el estado de la caja y de los libros: un pasivo de doscientos cincuenta mil nacionales.

Palabra del Dia

rigoleto

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