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Actualizado: 24 de junio de 2025
El tiempo se pasa sin sentir para los que están en éxtasis y para los enamorados. Ni Jacinta ni su esposo apreciaban bien el curso de las fugaces horas. Ella, principalmente, tenía que pensar un poco para averiguar si tal día era el tercero o el cuarto de tan feliz existencia.
A pesar de lo apacible y alegre de mi carácter durante toda mi vida, empecé a sentir entonces, con enojosa persistencia, odio y desprecio hacia mí misma y hacia la gente que me rodeaba y miedo de verme tan sola, sin haber obtenido nunca sino fugaces amistades y sin contar con persona alguna en quien poner mi confianza y mi profundo y verdadero afecto.
Cuando las primeras llamas, casi invisibles, lamieron sus plantas, Aixa, alzando los ojos al cielo, fijó su mirada en el delgado creciente de la luna, que brillaba apenas, por encima de la ciudad, entre nubecillas de oro. Los leños, atizados con fuelles enormes, comenzaron a chisporrotear. El humo se inflamaba por momentos, formando lenguas amarillentas y fugaces que se perdían en el espacio.
Finalmente, entróse nuestro mancebo en el cuarto donde por la mañana le encontramos, y mientras se desnudaba perezosamente y arreglaba con voluptuosidad las cortinas del lecho, no dejó de pensar un instante... ¿En quién, en quién pensaba el hijo único de D. Baltasar Rodríguez? Las palabras fugaces que se le escapaban una que otra vez de los labios eran incoherentes.
En los largos intervalos de silencio se escuchaba el rumor solemne y misterioso del río, que corría en el fondo del valle, á unos cien pasos de la casa, y la lluvia que acompasadamente caía casi siempre sobre las hojas de los árboles produciendo fugaces temblores de frío en los tertulios.
Para recibir a los huéspedes fugaces, para no espantar los ojos de los ciudadanos, más habituados a las decoraciones teatrales, parecía que a su real magnificencia, esta Naturaleza consentía en mostrarse más vulgar y menos salvaje.
Algunas veces la había visto, pero tan furtivamente y a través de tan gran turbación, que en cada una de aquellas ocasiones me había parecido que era víctima de un ensueño penoso. De aquellas fugaces apariciones me quedaba la impresión de una imagen extraña, de un rostro ajado como si los negros colores de mi alma se hubieran desteñido sobre aquella radiante fisonomía.
Aproximóse al balcón, que señoreaba una gran extensión de mar, y derramó por ella sus ojos distraídos. El céfiro rizaba la inmensa superficie coronando de hermosos y fugaces penachos blancos sus olas azules. El sol esparcía sobre ella su madeja de oro haciéndola lúcida y trasparente como una esfera de cristal.
Los remos cobraron al fin toda su agilidad y removieron airados con sus palmas el cristal de las aguas, produciendo en ellas remolinos fugaces y espumosos. Todos los semblantes expresaban la cándida alegría que comunica el movimiento y el espectáculo siempre nuevo y hermoso de la naturaleza.
Por todas partes había gran espesura de siempre verdes árboles; palmas, cocoteros, mangueras y enormes matas de bambúes. Innumerable multitud de luciérnagas o cocuyos volaban y bullían por donde quiera, durante la noche, e iluminaban con sus fugaces y fantásticos resplandores hasta lo más esquivo y umbrío de las enramadas.
Palabra del Dia
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