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Actualizado: 31 de mayo de 2025


No voy, pues, a disculparme, sino a explicar mi conducta. Así me comprenderás, aunque no me perdones. Seguí tu consejo y coqueteé con el Conde, porque el Conde me enamoró. Fríamente, por cálculo, jamás hubiera coqueteado con él.

El grupo de enviados del gobierno avanzaba hacia el caído, y Flimnap lo increpó. Esto es una infamia. Ustedes me han dado palabra de que el Gentleman-Montaña no corría ningún peligro. Pero el más viejo repuso fríamente: El gobierno no puede dejarlo en libertad, para que se permita nuevas insolencias. Hemos cumplido las órdenes de nuestros superiores.

Pero razonó friamente y se dijoSoy un tonto! ¿Voy á preocuparme por este majadero, cuya existencia mi mujer no tiene trazas de sospechar siquiera?" Pero sus nervios no se calmaron y su cara expresó un descontento que llamó la atención de Clementina hasta el punto de pensar si el mal humor de Mauricio no sería ventajosamente explotable.

Así agradecerá mejor las bondades de Su Excelencia. Ninguno de los prisioneros hablaba. Habían agotado sus voces en una protesta inútil. Toda su vida la concentraban en sus ojos, mirando en torno con estupefacción... ¡Y era posible que los matasen friamente, sin oir sus protestas, sin admitir las pruebas de su inocencia!

Veamos las ventajas dije fríamente, dirigiéndome a Máximo. Hay que saber ante todo si Gastón de Givors no la disgusta a usted. No lo conozco. Dispense usted, Elena, pero debe conocerlo, porque ha venido aquí varias veces y hasta han hablado ustedes. Es posible, pero no he reparado en él. Viene aquí mucha gente y el señor de Givors se ha perdido en la multitud.

¿Cómo te llamas? dijo Lady Clara fríamente, quitando de sus vestidos las pequeñas y no muy limpias manos de la niña. Tarolina. ¿Tarolina? ... Tarolina. ¿Carolina? ... Tarolina. ¿De quién eres? preguntó aún más fríamente para ahogar un incipiente temor. ¡Caramba! soy tu niña dijo la criatura sonriendo.

Ahí y en otros puntos. ¿Para quién las traíais? Para los navarros. Bueno. Iremos a buscarlas. Si no las encontramos, os fusilaremos. Está bien dijo fríamente Zalacaín. Marcháos repuso el cura, molesto por no haber intimidado a sus interlocutores. Al salir, en la escalera, el Jabonero se acercó a ellos.

En vano quería, ahondando con la memoria en lo pasado, recordar algún rasgo, alguna acción de su madre que permitiera suponerla capaz de ocasionar fríamente la dispersión de la familia: todo esfuerzo era inútil, nada podía recordar que arguyese en contra de la que siempre fue buena y cariñosa.

Preparada estaba el arma, escrito el testamento y tomada la fatal resolución de un modo tan firme que el joven fríamente podía pensar en ella como se tratase de un hecho ya consumado.

No era una mujer lo que encontraba; era una hembra fríamente resignada con los deberes de la procreación. Sobre esto tenía ella sus «ideas particulares y propias» como su marido allá en las Cortes. El querer mucho a los hombres no era de mujeres buenas; eso de entregarse a la caricia con estremecimientos de pasión y abandonos de locura, era propio de las malas, de las perdidas.

Palabra del Dia

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