United States or Malta ? Vote for the TOP Country of the Week !


Los de la partida aplaudieron, pero más que esta canción romántica les gustó el dúo anterior, y el Jabonero, comprendiéndolo así, compró a Ipintza, el Loco, un papel, que era la letra de la nueva canción de Vilinch, llamada «Juana Vishenta Olave», escrita por el autor adaptándola a un aire popular titulado ¡Orra Pepito!

El Jabonero no quiso aceptar en la mesa a Praschcu, porque dijo que si a aquel bárbaro le ponían a comer al principio, no dejaba nada a los demás.

Los hombres que espiaban el paso fueron acercándose a la venta, ocultándose por los lados del camino. El coche iba casi lleno. El Cura, el Jabonero y los siete u ocho hombres que estaban con ellos se plantaron en medio de la carretera. Al acercarse el coche, el Cura levantó su garrote y gritó: ¡Alto! Anchusa y Luschía se agarraron a la cabezada de los caballos y el coche se detuvo.

Tal era la historia de Joshé Cracasch, que contó Dantchari, el Estudiante, con algunos latinajos más de los que pone el autor. Al tercer día de estar en la venta, la inacción era grande, y entre el Jabonero y Luschía acordaron detener aquella mañana la diligencia que iba desde San Sebastián a Tolosa.

Isabel Bonnin, mujer de Rafael Valls mayor, jabonero de oficio; natural y vecina de esta Ciudad, de edad de cuarenta y tres años, reconciliada, presa segunda vez por judaizante relapsa: leída su sentencia con méritos, fue relajada a la Justicia seglar, con confiscación de bienes, por hereje, apóstata, judaizante, relapsa, convicta, confesa.

No temáis dijo . Si cumplís bien, nada os pasará. Nada tememos contestó Martín. Fueron los tres a la cocina de la posada, y el Jabonero se mezcló entre la gente de la partida, que esperaba la cena. Se reunieron en la misma mesa el Jabonero, Luschía, Belcha, el corneta de Lasala y uno gordo, a quien llamaban Anchusa.

Se dispuso la gente a lo largo del camino, de dos en dos; los más lejanos irían, avisando cuando apareciera la diligencia y replegándose junto a la venta. Martín y Bautista se quedaron con el Cura y el Jabonero, porque el cabecilla y su teniente no tenían bastante confianza en ellos. A eso de las once de la mañana, avisaron la llegada del coche.

Ahí y en otros puntos. ¿Para quién las traíais? Para los navarros. Bueno. Iremos a buscarlas. Si no las encontramos, os fusilaremos. Está bien dijo fríamente Zalacaín. Marcháos repuso el cura, molesto por no haber intimidado a sus interlocutores. Al salir, en la escalera, el Jabonero se acercó a ellos.

, el mismo Monserrat, en Ormaiztegui. ¡Pobre gente! A otro, llamado Anchusa, de la partida del Cura, debía usted también conocer... , lo conocía. A ese lo mandó fusilar Lizárraga. Y al Jabonero, el lugarteniente del Cura... ¿También lo fusilaron? También.

Al Jabonero le debía el Cura la única victoria que consiguió en Usurbil cuando defendieron una ermita contra los liberales; pero tenía celos de él y además creía que le hacía traición, y lo mandó fusilar. Si esto sigue así no vamos a quedar nadie. Afortunadamente ya ha comenzado la Deshecha como dicen los aldeanos contestó el extranjero .¿Y usted a qué ha venido aquí?