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Yo entonces le amaría por mismo, por su espíritu, por su fuerza de carácter, por su alma entusiasta escondida bajo apariencias de frialdad y aun de rudeza...

Muchas mujeres, en horas de confianza, le habían revelado la emoción, la curiosidad y el deseo que sintieron al verle por vez primera en el redondel. La mirada de doña Sol no se bajó al encontrarse con la del torero; antes bien, permaneció fija, con una frialdad de gran señora, obligando al matador, respetuoso con los ricos, a desviar la suya.

Sin embargo, tal como estaba, aún hubiera podido hacerme el más dichoso de los mortales si me hubiera dirigido una sola palabra cariñosa; pero permaneció indiferente y fría, como siempre había estado conmigo. Esta frialdad fue poco a poco apartándome de ella. La pérdida de su hermosura hizo lo restante. Nunca dirigí contra ella la menor queja. Hoy mismo no tengo nada que echarle en cara.

Parecía olvidar su frialdad al despedirse en Salerno, el cuidado que había tenido en ocultarle las señas de su domicilio. Ferragut tampoco se acordó de esto, gratamente conmovido por la amabilidad de la doctora. Se había sentado entre los dos, como si quisiera protegerles con toda la majestad de su persona y el afecto de sus ojos. Era una madre para su amiga.

Vió que todas las apariencias estaban en contra suya, y se echó á llorar. Ha sido un asesinato meditado, llevado á cabo con una frialdad horrible dijo el bufón : á un asesino tal, se le ahorca... ¡Que me ahorcarán!... ¡Dios mío! ¡y no hay remedio!

Si las señoras de nuestro tiempo se quejan, pues, de la tibieza y hasta de la frialdad de los hombres, atribúyanlas principalmente á la libertad de que gozan, siendo, por tanto, el medio más seguro de inspirar á los enamorados ese ardor fogoso, volver ellas de nuevo á su antigua esclavitud.

Amaury, a la primera ojeada, detalló todas las ventajas físicas de su compañero en diplomacia. Ambos jóvenes, cuando el conde de Mengis pronunció sus nombres, se saludaron fríamente; pero como para ciertas personas, la frialdad es uno de los elementos de los buenos modales, el conde no observó ese desvío que su sobrino y Amaury se manifestaban, al parecer por instinto, el uno al otro.

Las tropas habían formado un círculo en torno á la colina y ascendían, estrechando cada vez más su anillo para que el enemigo no pudiera escapar. Los del gobierno municipal acogieron al profesor con frialdad. Debían haber recibido órdenes superiores durante su ausencia, cambiando de opinión respecto á su persona.

«Está bien pensó ; que se vayan todos, que me dejen solo. ¡Si creen que con eso van á hacerme desistir de que cumpla mi voluntad!...» Después reanudó su paseo. Sólo le quedaban unas horas para verse enfrente de aquel joven tan aborrecido por él. Lo iba á suprimir con frialdad, para que no continuase siendo un estorbo; lo mataría, estaba seguro de ello.

El conde pronunció estas palabras con tal pausa y frialdad, que no es fácil comprender cómo no se helaron antes de salir fuera de los labios. Servidor de usted dijo Octavio, con señales visibles de hallarse cortado. He oído hablar bastante de su papá prosiguió el conde, con mayor pausa aún y sin apartar su mirada fría y escudriñadora del rostro del mancebo.