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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Inés prorrumpió en una carcajada tan natural, tan graciosa, tan fresca, tan jovial, que hasta las paredes del convento parecían regocijarse con tan alegre música.
Es usted joven aún y muy bella.... Pero mi madre tenía la tez más fresca a pesar de llevarle algunos años. Su cutis era terso como el raso. En los ojos no se notaba cansancio alguno. Parecían los de un niño.... Es natural. La vida de mamá fué suave y tranquila. Ni su cuerpo ni su alma se habían gastado.
Todos ustedes saben, señores, lo que es una casa mortuoria cuando se vuelve así del cementerio... el olor a féretro, un olor a madera fresca, y las ramas de abeto... y las hojas caídas de las coronas... y las flores pisoteadas... Atroz, simplemente atroz.
Al día siguiente, apareció misteriosamente un barril al lado de la puerta, y con igual misterio cada mañana quedaba lleno de agua fresca de la fuente. Y no sólo eran éstas las únicas delicadas atenciones que recibía esta joven singular.
Lucía se levantaba, se mostraba muy solícita para Ana, interrumpía a Juan melosamente. Salía como con despecho. Entraba como ya iracunda. Se sentaba, como si quisiera domarse. «Sol, ¿habrán puesto agua a los pájaros?». Y Sol fue, y habían puesto agua. «Sol, ¿habrán traído la leche fresca para Ana?». Y Sol fue, y habían traído la leche fresca para Ana.
La palabra bicol malilipot significa frío, y muy justificado está el que el pueblo tomara ese nombre, porque en efecto la temperatura que allí se disfruta es muy fresca, y relativamente fría en las noches y madrugadas. Está situado cerca de la playa, teniendo al E. á Bacacay y á Tabaco al N.
Su hija Ángela era una muchachota fresca y robusta, de diez y ocho años, uno más que Rosa, que tenía poco de particular, lo mismo en lo físico que en lo moral. Rafael, un chicuelo de catorce, de pocas carnes y mucha malicia. A Rosa ya la conocemos.
El capitán hizo al instante levar anclas y el buque, arrastrado penosamente por sus dos botes, emprendió una marcha lenta hasta llegar á paraje abierto donde pudiera desplegar las velas. Las lanchas le daban escolta. Reinaba el júbilo en éstas, cambiándose entre unos y otros mil bromas y donaires. El blando movimiento de las olas y la fresca caricia de la brisa excitaban más su alegría.
No, yo debo estar enfermo, yo no debo sentirme bien, murmuró; muchos son los que me odian, los que me atribuyen su desgracia, pero... Y sintiendo que su frente ardía, levantóse y se acercó á la ventana para aspirar la fresca brisa de la noche.
En las montañas de la fresca Helvecia En la voz del torrente y huracan, Creiste sentir el silvo de la flecha Con que á su patria, Tell, dió libertad; Que la naturaleza habla á los hombres Para los grandes hechos recordar.
Palabra del Dia
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