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Actualizado: 2 de septiembre de 2025


Al través de los cristales veíamos a los rezagados parroquianos gesticular delante de las mesas, aunque ninguna palabra llegaba a nuestros oídos. La noche era espléndida, como casi todas las de aquella venturosa región. Estábamos a últimos de octubre. Suárez se quejaba de que estaba un poco fresca.

No es tampoco D. Pedro dijo Amaranta riendo con sus sesenta años a la espalda, hombre a propósito para una mujer fresca y lozana como usted, amiga mía.

Pero yo te respondo, picaronaza, de que con esa no te sales... ¡A San Sebastián nada menos! Estás fresca... Ya te daré yo brisas...».

La noche era espléndida; sobre un cielo sereno se extendía el vapor majestuoso de la vía láctea, semejante a una gran veta de ópalo sobre una bóveda de zafiro. La luna, ya en sus últimos días, atravesaba el espacio como una galera antigua; la fresca y tibia brisa del mar llevaba en sus ráfagas unas cuantas nubes blancas. El alma del mundo inundaba el espacio.

PARA LIMPIAR MANCHAS DE TINTA. Se mezclan en partes iguales alumbre, azufre, sucino y salitre, todo ello pulverizado, y se echa en pequeña cantidad sobre la mancha de tinta cuando está fresca; se frota con un trapito limpio y desaparece la mancha totalmente.

Es joven como una mañana y fresca como la flor cuyo nombre lleva y que suele reputarse «la reina de las flores». Más que por este nombre, conócesela por un gracioso diminutivo, que consta de cuatro letras, principia por la tercera del alfabeto y rima con «boca» y con «tapioca».

En cambio, recogieron diez o doce cocos y los partieron a hachazos. Como no estaban todavía maduros, sólo pudieron sacar de ellos el jugo, que es un agua fresca y azucarada, y un poco de la pulpa blanquísima de que está la cámara revestida por la parte interior.

El señor de La Tour de Embleuse, sentado en un rincón del jardín, frente a la casa, se parecía al animal que ha corrido tres días por el desierto en busca de agua fresca y que se detiene con el último impulso ante el manantial deseado, con el ojo sangriento y la lengua colgando.

Si se hace uno cruces al notar aquella falta de rastros históricos donde tanto debieran abundar, le dicen los doctos villavejanos: «eso y más de otro tanto destruyó la francesada.» «Corriente, se les replica; pero ¿en qué consiste lo del mapa? ¿por qué no figura este puerto en él?» A estas preguntas responden que también eso es obra de los franceses, por rencores de otros tiempos, es decir, de los tiempos de «la francesada». Aquí anda «la francesada» todavía tan fresca y tan rozagante como si hubiera pasado por Villavieja antes de ayer.

Quiero los cantares que miman al alma, las tiernas endechas que saben a miel, los trinos del ave de la noche en calma y el aroma suave que esparce el vergel. Quiero las caricias de la fresca aurora sentir en la frente al amanecer, y en los labios rojos de la diosa Flora libar tiernos besos que embriaguen mi ser.

Palabra del Dia

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