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Actualizado: 2 de septiembre de 2025


En la sala no había nadie; pero saliendo de una alcoba se escuchaba una voz vibrante y acentuada que al parecer leía, y de tiempo en tiempo una voz juvenil y fresca, incitante voz de mujer, que se reía de la mejor gana del mundo. El bufón adelantó y levantó una de las cortinas bordadas que cubrían la puerta de la alcoba.

Cuando me recobré del susto, lo primero que vi a mis pies fue una enorme muñeca fresca, sonrosada y en camisa. Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo, dije para mis adentros, lanzándole una mirada iracunda que la muñeca aparentó no comprender.

Una brisa fresca perfumada de trébol y madreselva corría por el campo.

Los rosales ateridos se me representaban cubiertos de rosas, y los naranjos de azahares y frutas que mil pájaros venían a picotear, participando del festín de la boda. Mis meditaciones y mis visiones no se interrumpieron sino cuando el profundo silencio que reinaba en la casa se interrumpió por el sonido de una fresca voz, que retumbó en mi alma, haciéndome estremecer.

Y dirigiéndose a Paulina agregó: ¿Queréis tener la bondad de darme un vaso de agua fresca, señorita? No, nada más... un vaso de agua fresca, porque me muero de sed. Y yo dijo riendo Bettina, mientras Paulina corría en busca del vaso de agua, yo me muero de otra cosa, me muero de hambre.

Los perros cambiaban de planta, en procura de más fresca sombra. Tendíanse a lo largo, pero la fatiga los obligaba a sentarse sobre las patas traseras para respirar mejor. Reverberaba ahora delante de ellos un pequeño páramo de greda que ni siquiera se había intentado arar. Allí, el cachorro vió de pronto a míster Jones que lo miraba fijamente, sentado sobre un tronco.

La mañana pasábala en San José, y uno de sus placeres era permanecer en el claustro de la iglesia viendo entrar y salir al gentío, gozando de la fresca sombra de los arcos, mientras unos pasos más allá ardía la tierra con la reverberación solar, mecían sus ramas los árboles lentamente, como angustiadas por el calor y el polvo que cubría sus hojas, y el ambiente denso parecía ser mascado antes de descender a los pulmones.

Sin embargo, cuando ya me iba, me llamó y murmuró: Te quiero mucho, hermanita. La noche de ese mismo día noté en cierto momento que parecía sonreírse interiormente. Papá también lo notó, porque aquello no era usual, y, tomándole la cabeza con las manos, le dijo: ¿Qué te ha ocurrido, Martita? ¡Estás hoy fresca como una flor!

Hágase reducir a buena lumbre unas cucharadas de jugo blanco con setas previamente pasadas por manteca; trábese con tres yemas de huevo, agréguense unos veinte gramos de manteca fresca, una pulgarada de perejil blanqueado y zumo de limón, e incorpórense las manos de carnero a esta salsa poco antes de servir.

Vacila y tiene que apoyarse en una columna para no caer; y ruega a Franz Maas, que vuelve en ese momento con Gertrudis, que sirva de caballero a su cuñada por media hora porque tiene necesidad de salir, de respirar el aire puro... Sale a la noche clara y fresca, en contraste con ese local cálido, cargado de vapores, donde un par de arañas llenas de bujías esparcen un humo intolerable.

Palabra del Dia

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