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Actualizado: 2 de julio de 2025


Por supuesto que también los hombres son negaos: no lo tome usted a mala parte; pero ¿se le figura a usted que el marío de mi ama no está dejao de la mano de Dios pa dirse a la Habana ú donde sea, mientras ella está tan reguapa que da gloria, y más fresca que una rosa? Lo que yo digo: si él está en el otro mundo, ella como si estuviera viuda, y las viudas son del diablo. ¡Ah!

«Tenemos caras de muertas», se decían todas las mañanas al mirarse al espejo, y martirizaban su fresca y jugosa piel con los polvos cargados de plomo, el bermellón que teñía levemente las mejillas y los lóbulos de las orejas; y como si sus ojos no fueran bastante grandes todavía enmendaban la plana a la Naturaleza, trazando leves líneas al extremo de los párpados.

Pero aunque era Lucía fresca y mujerona como una Niobe, tipo muy común entre las señoritas yankees, mostraba tan patente en ciertos pormenores el origen español, que hubo de decirse a mismo el que la consideraba: «no tiene pizca de traza de extranjeraMirola aun buen rato, como buscando en su aspecto la solución del enigma; hasta que al fin, encogiéndose levemente de hombros, como el que exclamase: «¿Qué me importa a , en resumen?», tomó de su maletín un libro y probó a leer; pero se lo impidió el fulgor vacilante que a cada vaivén del coche jugaba a embrollar los caracteres sobre la blanca página.

Estaba Sabel fresca y apetecible como nunca, y las floridas carnes de su arremangado brazo, el brillo cobrizo de las conchas de su pelo, la melosa ternura y sensualidad de sus ojos azules, parecían contrastar con la situación, con la mujer que sufría atroces tormentos, medio agonizando, a corta distancia de allí. Hacía tiempo que el marqués no veía de cerca a Sabel.

Yo te agradezco mucho lo que haces por ; pero como te estimo no quiero verte con...». Quería decir con un estigma en la frente; pero ni conocía la palabra ni aunque la conociera la habría podido decir correctamente. «No quiero que te tomen el pelo por », fue lo que dijo, y se quedó tan fresca, esperando convencerle.

Casar migo tigo, y dirnos migo con a terra mía, terra de Sus. Mi padre Saúl, rico él; mis germanos, ricos ellos; mi madre Rimna, rica bunita ella... quierer ti, dicir hija ti... Verás terra mía: aceita mocha, laranjas mochas... carnieras mochas padre mío... mochas arbolas cabe el río; casa grande... noria d'agua fresca... bunito; ni frío ni calora».

Si ántes era una rosa por linda y fresca, es ya la triste niña blanca azucena, que sufre y llora, y lágrimas y penas la descoloran. Y aunque el viejo la guarda como un tesoro, de las miradas torpes de avaros ojos, y celosías no dejan ver su encanto que el sol codicía;

Vibrará su cristal una voz de mujer como un ¡ay! de pasión o un suspiro de Abril, y el poeta alzará, fresca, gaya y gentil, su canción al amor, a la vida, al placer, y entre todos harán un edén del pensil.

Pues si soy una columna, ¿por qué no me echan encima el peso que me toca? Soy columna o palillo de dientes, señor Cardenal, ¿en qué quedamos?». El Magistral, que estaba solo y seguro de ello, dio un puñetazo sobre la mesa. Voy, señorito gritó una voz dulce y fresca desde una habitación contigua. El Magistral no oyó siquiera.

¡Cuántos deseos tenía ya de que llegase este momento!... exclamé, comprendiendo que no estaba en situación, como se dice en el teatro. No puede usted figurarse el ansia con que lo esperaba, Gloria... ¿Y por qué tenía usted tantos deseos? Porque me atormentaba en el corazón el afán de decirle a usted que la idolatro. ¡Noticia fresca!

Palabra del Dia

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