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Actualizado: 9 de octubre de 2025
El cocinero, por la fuerza de la costumbre, contestó: «Así es, mi capitán...» Pero se apiadaba en su interior de la ignorancia de los hombres, que les hace concentrar toda su felicidad en los espasmos y muecas del más frívolo de los juegos. A los dos días la gente de á bordo respiró viendo que el capitán se trasladaba á tierra.
Este desfile de suntuosidad abrumadora, corriente de movibles patíbulos con rostros cadavéricos y vestiduras deslumbrantes, prolongábase toda la noche, frívolo, alegre y teatral. En vano lanzaban los cobres sus gemidos de muerte, llorando la más ruidosa de las injusticias, la muerte infamante de un Dios. La Naturaleza no se conmovía, uniéndose a este dolor tradicional.
Ocurrióseme una vez tratar de las muchachas más lindas de Villaverde. Tía Carmen se prestó a la conversación, y estuvo ese día de muy buen humor. En ocasiones como aquella, se complacía en charlar como una polla y en agotar el frívolo y gastado tema de noviazgos y bodas. No dejamos de nombrar a ninguna de las niñas casaderas. ¡Ninguna fué del agrado de mi tía.
La primera vez que volví a encontrarle, cuando íbamos a sentarnos a la mesa, me preguntó en tono frívolo y burlón: ¿Qué tal la monjita? ¿Qué monjita? pregunté a mi vez secamente, presto a irritarme. ¿Pues cuál ha de ser? Esa chatilla de los ojos negros que le trae a usted dislocado. ¿Que me trae a mí dislocado? repetí, poniéndome como una cereza.
Una viva terrible inquietud se apoderó de su espíritu. La escapatoria le iba pareciendo una ligereza cada vez más imperdonable. Aquella muchacha, ni tenía verdadera vocación de monja, ni llevaba trazas de tenerla jamás. Era un temperamento frívolo, malicioso, arrebatado, capaz de cualquier atrocidad. ¡Qué necedad la de haber cedido a sus instancias!
Afortunadamente, la montaña es siempre el retiro más benigno para quien huye de los caminos abiertos por la moda. Durante mucho tiempo podremos apartarnos del mundo frívolo y reconcentrarnos en la verdad de nuestro pensamiento, alejados de esa corriente de opiniones vulgares y ficticias que turban y descaminan hasta á los espíritus más sinceros.
Cuando salieron de mi pluma ten por seguro que no atendía al consejo de las musas, sino al gusto depravado de un vulgo frívolo y necio. Me pesa, finalmente, de haber escrito más de lo que debiera. La fecundidad tal como el vulgo de los críticos la entiende es, en mi opinión, un vicio, no cualidad digna de aplauso.
Y entonces don Álvaro, gozoso, entusiasmado, quiso deslumbrar a su auditorio con el contraste de aventuras románticas, en que él aparecía como un caballero de la Tabla Redonda. Y a todo esto don Pompeyo Guimarán olvidaba su exordio, interesado a su pesar en las aventuras eróticas del frívolo Presidente del Casino.
Doña Clorinda, que no te podía ver, por considerarte un frívolo, un vago pernicioso, hace de ti los mayores elogios, á causa del perdón de esa deuda enorme y de tu propósito de ayudar á la duquesa. Dice que eres un caballero digno de otros tiempos, un gran corazón... Miguel encogió los hombros. ¡Lo que le importaba á él la tal doña Clorinda!... Esto exasperó á Castro.
Algunos médicos se enfadan; encuentran frívolo esto... Pero lo que yo digo: ya que hemos de morir, muramos con un poco de poesía, rodeados de algo que nos recuerde la belleza de lo que perdemos. Esto no hace mal á nadie. Lubimoff siguió su camino, pero con menos ligereza. Esta amazona de la caridad parecía haber desgarrado el velo rosa que alegraba su visión.
Palabra del Dia
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