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Actualizado: 23 de julio de 2025
Inmediatamente salió el barón de Morel de su tienda y se dirigió al galope hacia el balconcillo regio, ante el cual detuvo súbitamente al fogoso corcel con tal fuerza que lo hizo retroceder y alzarse de manos, á tiempo que el jinete saludaba profundamente. Llevaba el barón brillante armadura blanca, escudo blasonado y yelmo con largo y airoso penacho de plumas también blancas.
Buen tunante está el general, pero a mí no me la pega. Vamos a una tertulia y él es la primera persona a quien veo. En la mesa de tresillo, en que mamá juega, el general ha de estar siempre jugando. Salimos en coche, y no bien llegamos al Retiro, diviso al general, hecho un pollo, trotanto y haciendo corbetas en su fogoso caballo inglés.
Esta paridad de humores produce casi siempre funestos resultados. Tú sabes muy bien, y perdona lo indecoroso de la comparación, en gracia de su exactitud, que a un caballo demasiado vivo y fogoso se le pone por compañero en el tronco otro firme y resistente, aunque de menos sangre, para que contrarreste sus ímpetus. Pues en el matrimonio sucede lo mismo.
En lo más reñido de una campaña política, el elocuente y fogoso coronel Armando, de Siskyon, había hecho un discurso sensacional que fue especialmente taquigrafiado para La Estrella del Norte. En el transcurso de la peroración, el coronel Armando había dicho: «yo, como el sublime Webster, repetiré...» y aquí seguía la cita que no recuerdo ahora.
El fogoso y apasionado mancebo, fuera de sí por los desdenes de la Angélica, resuelve, en su pasión, realizar á la fuerza su deseo sin contemplaciones de ningún género. Ofrécele la ocasión más favorable para saciar su apetito la fiesta de San Roque, que se celebra en la noche de aquel día en las inmediaciones de Toledo, esto es, en lo que se llama propiamente la Sagra.
A dios, conversaciones suficientes A entretener un pecho cuidadoso, Y á dos mil desvalidos pretendientes. A dios, sitio agradable y mentiroso, Do fueron dos gigantes abrasados Con el rayo de Jupiter fogoso. A dios teatros publicos, honrados Por la ignorancia que ensalzada veo En cien mil disparates recitados.
Iniciados estos hombres, como la mayor parte de los españoles ilustrados de su tiempo, en las doctrinas propaladas por la revolucion francesa, se anunciaron desde luego con el carácter de mártires de la causa republicana, dando pábulo por medio de sus sencillos y fáciles principios políticos al entusiasmo liberal que habia principiado á germinarse en el ánimo fogoso de la juventud.
Seguíalos el cura llevando de la mano á un niño, y cerraba la marcha el conde, que llevaba cogido familiarmente á Octavio por la espalda. La pomarada. Cuando el licenciado Velasco de la Cueva puso su planta ceremoniosa en los umbrales del palacio condal, los rayos de un sol fogoso de estío le obligaron á hacer guiños, con lo cual perdió no poca autoridad su rostro imponente.
Este Escosura era física y moralmente lo contrario de su cuñado Peñalver. Alto y corpulento, de pecho levantado y facciones pronunciadas, rico, hombre de cuenta en la política, orador fogoso, de una voz tan sonora y descomunal que, según sus enemigos, a ella debía la mayor parte de sus éxitos parlamentarios. Tendría unos cuarenta años.
En algunas viñas, los dueños, impulsados por el miedo de perder la vendimia, «pasaban por todo», pero acariciando en la rencorosa mente la esperanza de la represalia así que sus racimos estuvieran en el lagar. Otros, más ricos, «tenían vergüenza», según declaraban con caballeresca arrogancia, negándose a todo arreglo con los rebeldes. Don Pablo Dupont era el más fogoso de ellos.
Palabra del Dia
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