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Actualizado: 23 de junio de 2025


Mientras tanto, la berlina corría desempedrando las calles y doblando las esquinas, con esas airosas vueltas que imprime a un fogoso tronco la hábil mano de un cochero experto.

En la primera nueva expedición que hagamos le dije , he de ir en el caballo más fogoso de mi padre, y no en la mulita de paso en que voy ahora. Mucho me alegraré replicó Pepita con una sonrisa de indecible suavidad.

No afectaba ingenuidad y gracia, y eso que poseía en su interior y en alto grado ambas cualidades. A pesar de su temperamento fogoso, parecía indiferente y frío en el exterior, creyendo, sin duda, que un hombre como él debía avergonzarse de manifestar demasiada sensibilidad.

Millán calló por deferencia a su amigo, y don José porque se arrepintió de haber dicho tales cosas, dando margen al enojo de Tirso: Pepe, más fogoso, se encaró con éste y, aunque hablando moderadamente, le repuso: Es natural que tengas simpatías por los partidos reaccionarios; son los que os protegen; pero, ¿negarás que nosotros no podemos mirar bien a la Iglesia?

Su fogoso temperamento le impulsaba á seguir adelante, arrojándose en brazos de la fortuna, y en las tinieblas de lo imprevisto. Su alma se adaptaba á las ruidosas y dramáticas aventuras. ¿Qué hizo el muy pillo?

El verano se presentaba duro y fogoso, y aunque la singular posición de Cádiz, flotando como un buque anclado en la mar, templaba sus rigores gracias á la brisa que lo baña, todavía al atravesar algún espacio abierto el ardiente latigazo del sol obligaba á apresurar el paso. En la calle Ancha encontró algunos amigos y estuvo con ellos jovial y locuaz como pocas veces se le había visto.

Nadie desbravaba mejor que él el más fogoso potro no domado; nadie disparaba mejor las bolas ni detenía con el lazo, ya a los toros bravos, ya a los ligeros avestruces o ñandúes, ni nadie manejaba mejor el puñal y el machete, ni tenía tino más certero con la carabina.

Pero Julieta era más difícil de someter de lo que a su padre se le había figurado hasta entonces. Bajo aquella capa de glacial desdén, se ocultaron siempre un corazón fogoso y una voluntad de hierro. Sólo había faltado a estos elementos, para dejarse sentir en toda su fuerza poderosa, algo que los estimulara. Este estímulo le tenía ya en Arturo, en su recuerdo gratísimo.

Tanta atención, tanto cariño habían logrado al fin cautivar el espíritu del elocuente capellán de Sarrió, quien daba claras muestras a la viuda de su afecto. Después de haberlo intentado en vano muchas veces, aquélla había recabado de él que fuese preceptor de su hijo, y que tomase el cargo con afición. Su temperamento dominante y fogoso se manifestó en seguida.

Su temperamento fogoso no le permitía gozar jamás con tranquilidad del presente, la impulsaba a buscar con afán un más allá, a precipitar los acontecimientos, aunque muchas veces, en lugar del placer apetecido, quedase envuelta en los escombros del alcázar que su fantasía había levantado. En esta ocasión, sin embargo, tenía mejores motivos que otras veces para desear salir de ella.

Palabra del Dia

rigoleto

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