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Actualizado: 30 de junio de 2025


De pie en la acera, meditabundo, enfrente del silencioso edificio, míster Robert pensaba que no es otro el destino del trabajo honrado, en lucha abierta con el agio: el interés los une en apretada cadena, y es tal la solidez de sus eslabones, y tal el engranaje de la máquina, que el que cae, arrastra a los demás que le siguen, envolviendo a todos en la propia ruina. ¿Y las fatigas y los desvelos del que sembró su semilla, cuidó su germinación, se recreó en la florescencia y se preparó a recoger el fruto apetecido? ¡Quién sabe! él era de los que van poco a poco, por la recta de la honradez, enemigo de las curvas del mercantilismo, y quizá en el nublado que se aproximaba, cayera también, víctima inocente de ajenos errores. ¿Qué sería entonces de su pobre familia? ¿sembraría nueva semilla, sin temor de que las bestias del vecino pisotearan su sembrado y le arruinaran una vez más?

Gabriel miraba el jardín, orlado por las arcadas de piedra blanca y sus rudos contrafuertes de berroqueña obscura, en cuya cúspide dejaban las lluvias una florescencia de hongos como botones de terciopelo negruzco. Descendía el sol a un ángulo del jardín, y el resto quedaba en una claridad verdosa, de penumbra conventual.

No se puede imaginar una vista más bella que la que presenta una gran hacienda de café durante el período de florescencia. Las plantas cubren las colinas y los llanos, y el aire se satura de delicada fragancia. En el Brasil los cafetos florecen con mayor vigor en octubre, pero continúan echando flores durante varios otros meses.

Ester Prynne había, pues, regresado y tomado de nuevo la divisa de su ignominia, ya largo tiempo dada al olvido. ¿Pero dónde estaba Perlita? Si aún vivía, se hallaba indudablemente en todo el brillo y florescencia de su primera juventud.

La primavera ha cubierto de verde follaje la desnuda vegetación invernal. Se oyen entre la enramada píos de amor. Todo es vitalidad, alegría, florescencia. La muchedumbre urbana invade el hipódromo, a presenciar la gran carrera del año. La tribuna popular forma una masa compacta, densa, apretada, inmóvil casi por falta de espacio para moverse, rebullendo sobre misma.

Como antes de haber conocido a la Condesa, su pensamiento era obscuro, confuso, se perdía. La milagrosa florescencia que había brotado de todos los pliegues de su alma se marchitaba y deshacía. En otros tiempos, su corazón, cerrado a todos se complacía en su propia avidez; pero una vez que ya había recibido la simiente, se sentía amargado por un rencor infinito. El joven resolvió viajar.

Los estilos en las artes tienen como las plantas sus estaciones, sus épocas de crecimiento y florescencia; pero á ninguno se puede con mas propiedad aplicar esta similitud con las vicisitudes del desarrollo vegetal, que al estilo gótico arquitectónico, pues de tal manera se advierte la riqueza de hojas y flores de su forma terciaria apuntar en la ornamentacion de la forma secundaria, y esta insinuarse en la primaria, que no parece la decoracion gótica sino un compuesto de tallos, que durante la primera época contornan sencillamente la estructura ojival, durante la segunda se llenan de brotones y capullos, y en la tercera se cuajan de hojas y flores, torciendo con su peso la direccion de los vástagos, y hasta albergando en ellos caprichosos seres animados.

La inculpación del utilitarismo estrecho que suele dirigirse al espíritu de nuestro siglo, en nombre del ideal, y con rigores de anatema, se funda, en parte, sobre el desconocimiento de que sus titánicos esfuerzos por la subordinación de las fuerzas de la Naturaleza a la voluntad humana y por la extensión del bienestar material, son un trabajo necesario que preparará, como el laborioso enriquecimiento de una tierra agotada, la florescencia de idealismos futuros.

De manera que se contentó con abrir sus grandes ojos, sonriendo a la ruborosa mejilla de Filomena, bello ejemplar de la florescencia del sudoeste, y después dejó a un lado la cuestión. En una sabrosa epístola que escribió a su mejor amiga de Boston podía leerse lo siguiente: «Opino que la parte de esta comunidad que se emborracha, es aún la menos digna de objeción.

Y la tierra, una tierra negra que llevaba en sus entrañas la reserva vital acumulada durante muchos siglos, por un cultivo débil y perezoso de brazos mercenarios, daba escape a su exceso de fuerza con un oleaje de plantas parásitas y nocivas que asomaban entre las cosechas. La escarda apenas si podía combatir esta florescencia de fuerzas perdidas.

Palabra del Dia

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