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Actualizado: 14 de julio de 2025


En nuestra santa bien conocemos Que pasa desta suerte aquesta cosa; Pues el hereje y malo, de las flores Del Escritura torna en sus errores.

Y al extremo del pasillo, entraron en la única habitación vividera de la casa: una alcoba con cama camera de hierro, colcha de punto de gancho, espejos torcidos, láminas de odaliscas, cómoda derrengada, y un San Antonio en su peana, con flores de trapo y lamparilla de aceite. El diálogo fue rápido y nervioso: «¿Qué se le ofrece? Pues poca cosa. Que me prestes diez duros.

Las armas de la casa de Jáuregui eran: escudo cortinado, el primer cuartel en oro con un roble copado y un jabalí pasante; el segundo de gules y un castillo de plata con bandera; el tercero de azur, con tres flores de lis.

Allí se le darán a oler, en matizados ramilletes, de todas las flores del Generalife, y aun se la acercará a los labios fruta del peral y raudales de la fuente, para que tales aromas y tan regalados como sencillos manjares produzcan en la hermosa Sultana el mágico efecto que me figuro.

El duque de Requena había gastado en los preparativos más de un millón de pesetas, según contaban los revisteros a sus lectores. Decían además ¡oh caso inaudito! que las flores habían venido casi todas de París. Y era cierto. El duque, nacido en Valencia, el más hermoso jardín de Europa, para su baile hacía traer las flores de Francia. Un capital de algunos miles de duros en flores.

Comenzar Valentín el estudio de las matemáticas de Instituto y revelar de golpe toda la grandeza de su numen aritmético, fué todo uno. No aprendía las cosas, las sabía ya, y el libro no hacía más que despertarle las ideas, abrírselas, digámoslo así, como si fueran capullos que al calor primaveral se despliegan en flores. Para él no había nada difícil, ni problema que le causara miedo.

Un recuerdo del corso de las flores, en la última temporada que pasamos en Buenos-Aires... aclaró Coca, afectando cortedad. ¿Regalo de quién?... ¡Oh, no suponga usted nada!... De un buen amigo y compañero de armas de mi hermano Ignacio... el capitán Pérez...

Los marcos y demás ornamentación, aljabas, palomitas, lazos y flores, todo de madera charolada o más bien esmaltada de blanco con filetes azules. En los ricos aparadores del comedor y en sus armarios de roble esculpido, había mucha plata labrada, y en las paredes se veía suspendida multitud de platos de diversas épocas y procedencias, muestras escogidas del arte cerámica.

Ella lo conocía menos porque nunca se fijaba en el terreno que pisaba, entretenida en la caza de mariposas, pájaros y flores silvestres. A pesar de todo nos internamos en el bosque resueltos a atravesarlo, y yo, orgulloso de la responsabilidad que aquel acto implicaba para , ofrecí el brazo a Magdalena, que se apoyó en él temblorosa y quizá algo arrepentida de su propia osadía.

Permaneció algunos minutos inmóvil contemplándola. Sobre la losa estaba escrito con caracteres negros este nombre: ISABEL MARTÍNEZ DE ALCAZAR. Debajo de él estas dos fechas separadas por un guión: 1842-1883, que indicaban sin duda las del nacimiento y la muerte de la persona allí enterrada. Había sobre la losa algunas flores marchitas.

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