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Actualizado: 1 de junio de 2025
Alguno de ellos era poeta, o, mejor dicho, todos hacían versos, aunque malos, y me parece que les oí hablar de cierta Academia en que se reunían para tirotearse con sus estrofas, entretenimiento que no hacía daño a nadie. Como yo observaba todo, me fijé en la extraña figura de aquellos hombres, en sus afeminados gestos y, sobre todo, en sus trajes, que me parecieron extravagantísimos.
»Se interrumpió ruborosa y ambos instintivamente cruzamos una mirada. Nuestro espíritu comenzaba a vislumbrar la verdad. Fijé mis ojos en los de Magdalena y repetí, como si a mí mismo me hiciese aquella pregunta: » Una amiga muy conocida y muy querida desde la niñez... » Un amigo cuyo corazón no tuviese secreto para mí... dijo Magdalena. » Buena, cariñosa, inteligente.
Iba a pasar suntuosa procesión; era el cardenal Bibbiena, que se trasladaba a la iglesia donde debía celebrar. »Véale, véale me dijeron, mostrándome su dedo adornado magníficamente de oro y pedrería. »Fijé mi vista sobre el santo ministro que echaba su bendición al pueblo arrodillado ante él. »¡Teobaldo! exclamé.
Pero Alicia con su habitual modestia, creyendo siempre, cuando hay un joven en nuestra sociedad, que lo seduce con su encanto, se hacía ilusiones y esperaba que se le declarase. Ahora ha comprendido que para que Martholl se fije en su graciosa persona, tiene que trabajar mucho; entonces, antes de su partida, va a jugar fuerte. ¡Cuida tu grano, querida!
Lo cierto es que me pareció bastante natural, y aunque hubo un momento en que me fijé en que Luis tenía doble edad que yo, después reflexioné que la edad de los hombres no se cuenta como la de las mujeres. Y además ¿quién calcularía cuarenta y cuatro años a mi marido? Lo que importa no es la edad, son las cualidades del alma, y de la bondad de Luis yo tenía esta prueba: que es amigo de papá.
Oigamos á la Dorotea, que aún no ha concluído : Sospeché que aquella Margarita, que citaba misteriosamente á don Rodrigo, era la reina, y como no me atrevía á quedarme con una sola de las cartas, las miré, las remiré, hasta que fijé en mi memoria la forma de las letras de aquellas cartas, de modo que estaba segura de no engañarme si veía otro escrito indudable de la reina.
Decírselo a papá, muy clarito, para que se fije en lo que de seguro no se le habrá pasado por la cabeza: que no parece natural vivir tú aquí no siendo nuestro hermano y siendo nosotras muchachas solteras. Ya sé que es un atrevimiento meterme a enmendarle la plana a papá; pero él no ha reparado en esto, ni te cree capaz de gracias como las de hoy.
Siento mucho, señora dijo con expresión soberbia, haber ocasionado a ustedes un disgusto... Pero estoy tan acostumbrado a que el público se fije en mis actos y los comente a su gusto, que esas habladurías y esas gacetillas de que usted acaba de hablarme, no me causan la más mínima molestia. Los pequeños se vengan de la superioridad de los grandes, murmurando de ellos.
De nuestro amor el ánsia arrobadora que fluya eternamente Dios permita, feliz en tu alma en la Mansión bendita, triste en mí en esta Tierra engañadora! Por eso le suplico reverente que no falte jamás luz en la mente para que en ti se fije el pensamiento; en el habla, calor para ensalzarte; y fuego abrasador, encendimiento vivo en el corazón, para adorarte.
Después de algunos momentos de una vacilación llena de gracia, Adela pareció ceder a una orden más pronto que acceder a una súplica, apoyando ligeramente su mano en mi brazo; entonces yo fijé aquella mano con fuerza, apretando el brazo contra el costado, y eché a andar precipitadamente en la dirección que Adela parecía seguir.
Palabra del Dia
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