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Actualizado: 18 de junio de 2025
Con habilidad suma dio principio al desarrollo de su plan, comenzando por exponer la vocación de Lilí, anhelo de su corazón, esperanza dulcísima de su alma, que estaba ella dispuesta a apoyar con todas sus fuerzas, aunque hubiera que luchar con las serias dificultades que había de poner Fernandito; hábil estaquita esta última que plantaba desde luego la taimada, para agarrarse a ella más tarde y destruir, cuando hubiera logrado su objeto, los santos planes de la niña.
Kate lo pagaría en la tienda, y ella se olvidaría, de seguro, de pagarlo a Kate; porque en estas cosas de pagar era la duquesa mujer muy distraída... Al salir Kate, avisó que el señor marqués había vuelto. Dispensa un momento, Beatriz exclamó vivamente Currita . Voy a decir adiós a Fernandito. La duquesa hizo un gesto de complacencia íntima ante la ternura conyugal de su amiga.
Para ellos no existían obstáculos: todo lo hacían llano con su sabiduría. Había que seguirlos con los ojos cerrados. ¡Si ellos quisieran ayudarles! ¡ay; entonces sí que no tendrían que temer nada!... Fernandito decía con voz acariciadora. Ve por allí; hazte simpático: tengo la certeza de que mamá te miraría mejor si algún Padre la hablase de tí... ¡Y yo sería tan dichosa!...
Mas, con grandes risotadas le detuvo la señoril y hambrienta turba, y alcanzándole Leopoldina Pastor por los cortos faldones de la bata, le gritaba muerta de risa: ¿Pero dónde vas, Fernandito?... ¡No te vayas, hombre!... ¡Si para sentir es menester comer!... ¡Si nosotros venimos a ayudarte!...
Mi Inés, viendo su idiotismo, Dijo risueña al momento: Haz también entendimiento, Que te costará lo mismo. Jacobo y Villamelón se miraron entre sí, miraron después a Diógenes, y tornado a mirarse ambos, echáronse a reír, diciendo al cabo Fernandito: ¡Qué cosas tiene!... No hay más remedio que dejarlo o matarlo. ¿Sabes, Benito?...
Gran cosa es la virtud, Fernandito: yo la admiro y la venero cuando sonríe y no se coloca en frente de la vida. Pero mi tierra, triste y con el alma muerta, es tan virtuosa, ¡tan virtuosa! que, créeme, ¡hijo mío!... tanta virtud me da asco.
Al verla Currita, acordóse instantáneamente de la última misa celebrada en aquel recinto profanado: había sido quince años antes, estando allí mismo de cuerpo presente la vieja marquesa de Villamelón, madre de Fernandito: aún se veían a lo lejos, entre los amontonados restos del teatro, las piezas del catafalco que había sostenido su cuerpo.
Esto era lo que esperaba la taimada condesa; con su sonrisa de colegiala, apretaba a unos la mano en silencio, repetía a otros la relación del atropello, y elevaba los ojos al cielo con aire de víctima resignada que se inmola, abrazada a sus hijos, en aras de la proscrita dinastía. ¿Qué sería de ellos? ¡Pobres hijos suyos!... ¡Y Fernandito, tan afectado, tan nervioso, postrado en cama e inspirando su salud serios cuidados!
La comida fue divertidísima; Currita tuvo el capricho de mandar preparar a su cocinero un menú; japonés, y todos se sentaron a la mesa con los mismos trajes japoneses con que en diversos grupos y actitudes se habían retratado en la cabaña de Fernandito.
¡La vi, Butrón, la he leído!... ¡Qué vergüenza!... ¡Creí morirme!... Decía el buey Apis que el ministro iba a publicarla en los periódicos si yo no aceptaba el cargo. ¡Lloré, supliqué, pidiéndosela en nombre de mi honra, en nombre de mis hijos!... Todo en vano: o aceptaba yo el cargo, o la carta se publicaba... Entonces le ofrecí dinero, y mi hombre empezó a blandearse... Me pidió cinco mil duros; luego tres mil, ¡regateando, Butrón, regateando como un judío!... Por fin se cerró el trato en los tres mil, y anoche, a la una, volvió a entregarme la carta y recibir el pago... Porque, claro está, yo no tenía dinero bastante, tampoco podía pedírselo a Fernandito, y he tenido que empeñar una porción de joyas...
Palabra del Dia
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