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Actualizado: 18 de junio de 2025


Fernandito, con las manos en los bolsillos del pantalón, daba pataditas en el suelo, diciendo tímidamente: Estoy fastidiado... ¿Sabes, Curra?...

Quedóse, pues, en su casita, como mujer de provecho, cuidando de Fernandito, que andaba desmazalado, y ya entrada la noche, llegó primero el excelentísimo Martínez y a poco el senador del reino don Vicente Cascante.

Y pensándolo mejor, sin duda, recordó al cabo Fernandito que el ministro de la Gobernación, el buey Apis, como por razón de su corpulencia le llamaban, tan sólo le había dicho que el pastel de ratas debía de ser muy indigesto. ¡Vaya usted a ver qué tontería!

Aquí derramó Currita algunas lágrimas en aras del honrado Himeneo, cuya antorcha corría riesgo de apagarse, y continuó muy bajito: Por eso, como yo no sabía nada, dije antes de ayer en casa de Beatriz lo que creía, ¡claro está!, la verdad... Que el ministro vino a ofrecerme el cargo, y yo me había negado a aceptarlo muy ofendida, tomándolo por una majadería de esa gentuza... Figúrese usted mi sorpresa cuando ayer se me entra por las puertas ese animal de Martínez, tan ordinario, tan groserote, muy ofendido con mi negativa, gritando como un energúmeno que nadie jugaba con el Gobierno, y amenazándome con una carta de Fernandito, que iba a refregarme... ¡por los hocicos, Butrón, por los hocicos!...

¿Pero no te dije que fueras a hablarle?... ¿Que en todo este negocio no había que soltar por escrito una sola letra?... ¿Lo ves, Fernandito?... Villamelón retrocedió un paso como quien espera un cachete, y Currita adelantó otro, diciendo después de una pausa: ¿Y dijo que iba a... a... a presentarme esa carta? Eso decía Velarde. ¿Estás seguro?... Segurísimo.

¡Qué par de tórtolos! dijo . Te aseguro que me das envidia. Y Currita, con patética entonación, contestó desde la puerta: Verdaderamente que es un don del cielo no haber tenido en catorce años de matrimonio un solo disgusto. Fernandito acababa de llegar, y a la verdad que no eran sus trazas de haber estado rezando el rosario.

¡Se lo agradecería a usted en el alma, madre Larín; no lo olvidaré en toda mi vida! gimió Currita . Porque no crea usted que en el asunto de mi pobre Lilí faltarán dificultades... Fernandito es muy bueno; pero al cabo, como hombre que es, no tiene la piedad de nosotras las mujeres, y verá la cosa de manera muy distinta.

Pasó un buen rato limpiándose el sudor y haciéndose aire con el pañuelo. Parece mentira, Fernandito dijo con su acento zumbón que viviendo aquí tengas ánimo para pensar en amores. Yo soñaría con un botijo grande, inmenso cual una de esas torres, lleno de agua fresca como la nieve. Pues aún nos queda por ver otro infierno: sólo que este es más pintoresco.

Con todas sus consecuencias repitió el buey Apis. Y paseó por todos los presentes una mirada orgullosa, casi fiera, que no carecía de la tosca grandeza de un Mario, a la vez plebeyo y formidable, que se dejase acariciar por afeminados patricios... Un aplauso general acogió la declaración del antiguo revolucionario, y Villamelón, muy conmovido, propuso un brindis en honor del rey Alfonso XII. Apuráronse las copas, y Fernandito, tomando entonces la que había servido a Martínez, dijo solemnemente: Esta copa tendrá con los años gran valor histórico. ¿Me entiende usted, Martínez?... Permítame que la guarde... Quiero legarla a mis hijos.

Butrón bailó con Currita, la marquesa con Fernandito, Juanito Velarde, como presentado de la heroína, con la duquesa de Astorga, una de las mujeres más sensatas y honradas que figuraban en la corte. Creció la marejada al compás de aquel rigodón, comenzando a sublevarse los pudores de todas las que se creían con derecho a tomar parte en aquella honorífica cuadrilla.

Palabra del Dia

lanterna

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